Plástico
La escena es corta. El director austriaco Werner Boote se sienta enel despacho de la entonces vicepresidenta de la Comisión Europea, Margot Wallström, y le lanza un balón, un globo terráqueo inflable, y le dice: “Vivimos en un planeta de plástico”. “Sí”, respondeella al cogerlo, “está en todas partes… conocemos el aumento de alergias, de cáncer, de problemas endocrinos… Es un hecho científico. Pero, ¿sabe usted?, en los últimos 10 años hemos podido probar laexistencia de riesgo en 11 sustancias… Once. De las 100.000 que deberían ser analizadas… El sistema no funciona. Y en tanto en cuanto no tengamos información completa… la industria puede decir: ‘¿Venustedes? No pueden probar que esto es peligroso’. Por tanto, se pueden seguir produciendo
Plástico. Desde hace cien años mejora y aligera nuestra existencia. Sin él nada sería igual. Su produccióndefine un tiempo (“el siglo sintético”, llaman al XX) y un tipo de gustos en el consumo: ha pasado del millón de toneladas en los años sesenta a 230 millones en 2009 (el 25% en Europa; de ellos, un 1,5%en España). “Sin darnos cuenta, lo hemos convertido en el material de los materiales”, dice Boote por teléfono. Y el exceso mismo es el problema, no el plástico en sí. “Sin él no se puede vivir; sin élno habríamos ido a la Luna, y ¿que habría sido del sida sin jeringuillas…? No. Es el exceso y los compuestos peligrosos que se usan”. Sobre todo en Asia. Una amenaza para la salud y el medioambiente, advierten los ecologistas desde hace años.
Tan habitual es que ya casi ni lo vemos. Basta mirar alrededor. Está en lo que captan nuestros ojos y en lo que no, por lo microscópico y lo camaleónico...
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