Poesía de Luis de Góngora "SOLEDAD PRIMERA"
[Poema: Texto completo]
Luis de Góngora y Argote
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
(media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo),
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado, sobreausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar, que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.
Del siempre en la montaña opuesto pino
al enemigo Noto,
piadoso miembro roto,
breve tabla, delfín no fue pequeño
al inconsiderado peregrino,
que a una Libia de ondas su camino
fió, y su vida a un leño.
Del Océano pues antessorbido,
y luego vomitado
no lejos de un escollo coronado
de secos juncos, de calientes plumas,
alga todo y espumas,
halló hospitalidad donde halló nido
de Júpiter el ave.
Besa la arena, y de la rota nave
aquella parte poca
que le expuso en la playa dio a la roca;
que aun se dejan las peñas
lisonjear de agradecidas señas.
Desnudo el joven, cuanto ya el vestido
Océano habebido,
restituir le hace a las arenas;
y al Sol lo extiende luego,
que, lamiéndolo apenas
su dulce lengua de templado fuego,
lento lo embiste, y con süave estilo
la menor onda chupa al menor hilo.
No bien pues de su luz los horizontes,
que hacían desigual, confusamente,
montes de agua y piélagos de montes,
desdorados los siente,
cuando, entregado el mísero extranjero
enlo que ya del mar redimió fiero,
entre espinas crepúsculos pisando,
riscos que aun igualara mal volando
veloz, intrépida ala,
menos cansado que confuso, escala.
Vencida al fin la cumbre,
del mar siempre sonante,
de la muda campaña
árbitro igual e inexpugnable muro,
con pie ya más seguro
declina al vacilante
breve esplendor del mal distinta lumbre,
farol de una cabaña
quesobre el ferro está en aquel incierto
golfo de sombras anunciando el puerto.
«Rayos, les dice, ya que no de Leda
trémulos hijos, sed de mi fortuna
término luminoso.» Y recelando
de invidïosa bárbara arboleda
interposición, cuando
de vientos no conjuración alguna,
cual haciendo el villano
la fragosa montaña fácil llano,
atento sigue aquella
(aun a pesar de las tinieblasbella,
aun a pesar de las estrellas clara)
piedra, indigna tïara,
si tradición apócrifa no miente,
de animal tenebroso, cuya frente
carro es brillante de nocturno día:
tal, diligente, el paso
el joven apresura,
midiendo la espesura
con igual pie que el raso,
fijo, a despecho de la niebla fría,
en el carbunclo, Norte de su aguja,
o el Austro brame, o la arboleda cruja.
El can yavigilante
convoca, despidiendo al caminante,
y la que desvïada
luz poca pareció, tanta es vecina,
que yace en ella robusta encina,
mariposa en cenizas desatada.
Llegó pues el mancebo, y saludado,
sin ambición, sin pompa de palabras,
de los conducidores fue de cabras,
que a Vulcano tenían coronado.
«¡Oh bienaventurado
albergue a cualquier hora,
templo de Pales, alqueríade Flora!
No moderno artificio
borró designios, bosquejó modelos,
al cóncavo ajustando de los cielos
el sublime edificio;
retamas sobre robre
tu fábrica son pobre,
do guarda, en vez de acero,
la inocencia al cabrero
más que el silbo al ganado.
¡Oh bienaventurado
albergue a cualquier hora!
No en ti la ambición mora
hidrópica de viento,
ni la que su alimento
el áspid esgitano;
no la que, en vulto comenzando humano,
acaba en mortal fiera,
esfinge bachillera,
que hace hoy a Narciso
ecos solicitar, desdeñar fuentes;
ni la que en salvas gasta impertinentes
la pólvora del tiempo más preciso;
ceremonia profana
que la sinceridad burla villana
sobre el corvo cayado.
¡Oh bienaventurado
albergue a cualquier hora!
Tus umbrales ignora
la...
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