publicista
El papel del trabajo en la transformación
del mono en hombre
Escrito: En 1876.[1]
Primera edición: En a revista Die Neue Zeit, Bd. 2, N° 44, 18951896.
Esta edición: Marxists Internet Archive, noviembre de 2000.
Fuente: Biblioteca de Textos Marxistas.
El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo
más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta
cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre. Hace muchos centenares de miles de años, en una época, aún no establecida definitivamente, de aquel
período del desarrollo de la Tierra que los geólogos denominan terciario, probablemente a fines de este
período, vivía en algún lugar de la zona tropical quizás en un extenso continente hoy desaparecido en las
profundidades del Océano Indico una raza de monos antropomorfos extraordinariamente desarrollada. Darwin nos ha dado una descripción aproximada de estos antepasados nuestros. Estaban totalmente cubiertos
de pelo, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en los árboles y formaban manadas[2].
Es de suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por el que las manos, al trepar, tenían
que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo para
el tránsito del mono al hombre.
Todos los monos antropomorfos que existen hoy día pueden permanecer en posición erecta y caminar
apoyándose únicamente en sus pies; pero lo hacen sólo en caso de extrema necesidad y, además, con suma
torpeza. Caminan habitualmente en actitud semierecta, y su marcha incluye el uso de las manos. La mayoría de estos monos apoyan en el suelo los nudillos y, encogiendo las piernas, hacen avanzar el cuerpo por entre
sus largos brazos, como un cojo que camina con muletas. En general, aún hoy podemos observar entre los
monos todas las formas de transición entre la marcha a cuatro patas y la marcha en posición erecta. Pero para
ninguno de ellos ésta última ha pasado de ser un recurso circunstancial. Y puesto que la posición erecta había de ser para nuestros peludos antepasados primero una norma, y luego,
una necesidad, de aquí se desprende que por aquel entonces las manos tenían que ejecutar funciones cada vez
más variadas. Incluso entre los monos existe ya cierta división de funciones entre los pies y las manos. Como hemos señalado más arriba, durante la trepa las manos son utilizadas de distinta manera que los pies. Las
manos sirven fundamentalmente para recoger y sostener los alimentos, como lo hacen ya algunos mamíferos
inferiores con sus patas delanteras. Ciertos monos se ayudan de las manos para construir nidos en los árboles;
y algunos, como el chimpancé, llegan a construir tejadillos entre las ramas, para defenderse de las inclemencias del tiempo. La mano les sirve para empuñar garrotes, con los que se defienden de sus enemigos,
o para bombardear a éstos con frutos y piedras. Cuando se encuentran en la cautividad, realizan con las
manos varias operaciones sencillas que copian de los hombres. Pero aquí es precisamente donde se ve cuán
grande es la distancia que separa la mano primitiva de los monos, incluso la de los antropoides superiores, de la mano del hombre, perfeccionada por el trabajo durante centenares de miles de años. El número y la
disposición general de los huesos y de los músculos son los mismos en el mono y en el hombre, pero la mano
del salvaje más primitivo es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas por la ...
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