Quimica

Toda su vida la señora Foster había tenido un miedo casi patológico a perder el tren, un avión, un barco, o incluso una cortina de teatro. En otros aspectos, que no era una mujer particularmente nerviosa, pero la sola idea de llegar tarde en repetidas ocasiones como éstas echarla en tal estado de nervios que iba a empezar a temblar. No era nada más - sólo un pequeño músculo vellicating en laesquina del ojo izquierdo, como un guiño secreto - pero lo molesto era que se negaba a desaparecer hasta una hora o así después de que el tren o en avión o lo que se había estado segura atrapado.
Fue realmente extraordinario cómo en ciertas personas una simple aprehensión de una cosa como la captura de un tren puede convertirse en una obsesión grave. Por lo menos media hora antes de que era hora desalir de la casa de la estación, la señora Foster se salga del ascensor todo listo para salir, con el sombrero y el abrigo y los guantes, y luego, al ser incapaz de sentarse, ella revoloteaba y la intranquilidad acerca de habitación en habitación hasta que su marido, que debe haber sido muy consciente de su estado, por fin salió de su privacidad, y sugirió en voz fresco y seco, que tal vez seríamejor que ponerse en marcha ahora, si no hubieran?
Sr. Foster, posiblemente, puede haber tenido el derecho a ser irritado por esta locura de su esposa, pero él podría haber tenido una excusa para aumentar su sufrimiento, manteniendo su espera innecesariamente. Eso sí, no es en absoluto seguro de que esto es lo que hizo, sin embargo, cada vez que iban a ir a algún lugar, su tiempo fue tan precisa -sólo uno o dos minutos tarde, te entiendo - y su forma tan suave que era difícil creer que no fue a propósito infligir una desagradable tortura privada poco de su propia sobre la infeliz señora. Y una cosa que él debe haber sabido - que nunca se atrevería a llamar y decirle que se diera prisa. Él la había disciplinado demasiado bien para eso. También debe saber que si él estaba dispuesto a esperarincluso más allá del último momento de la seguridad, que podría llevarla cerca de un ataque de histeria. En una o dos ocasiones especiales, en los últimos años de su vida de casados, casi parecía como si hubiera querido perder el tren, simplemente con el fin de intensificar el sufrimiento de la pobre mujer.
Suponiendo (aunque uno no puede estar seguro) que el marido era culpable, lo que hizo quesu actitud fue doblemente razonable el hecho de que, con la excepción de esta debilidad incontenible una pequeña, la señora Foster era y siempre había sido una buena esposa y amante. Durante más de treinta años, ella le había servido con lealtad y bien. No había ninguna duda acerca de esto. Incluso ella, una mujer muy modesta, era consciente de ello, ya pesar de que durante años se negó a símisma que cree que el señor Foster siempre consciente de su tormento, que había ocasiones en que había hace poco, cuando se contuvo empezando a preguntarme.
Sr. Eugene Foster, quien tenía casi setenta años de edad vivía con su esposa en una gran casa de seis pisos en la ciudad de Nueva York, en el este Sexagésimo segundo período de la calle, y tuvieron cuatro sirvientes. Era un lugar triste, y pocaspersonas fueron a verlos. Pero aquella mañana de enero, la casa había cobrado vida y había una gran cantidad de trajinar. Una criada se dis-tribuyendo paquetes de hojas de polvo a todas las habitaciones, mientras que otro les estaba colgando sobre los muebles. El mayordomo estaba bajando las maletas y ponerlas en el pasillo. El cocinero seguía apareciendo desde la cocina a hablar con el mayordomo,y la propia Sra. Foster, en un abrigo de piel de moda y con un sombrero negro en la parte superior de la cabeza, estaba volando de una habitación a otra y pretender para supervisar estas operaciones. En realidad, estaba pensando en nada, excepto que ella iba a perder su avión, si su marido no salía de su estudio antes y listo.
"¿Qué hora es, Walker? dijo al mayordomo que le pasó.
"Es diez...