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Hace apenas dos domingos, una discoteca popular del sur de Quito se había preparado para celebrar el triunfo deportivo del equipo barrial. Los invitados, todos jóvenes, llegaron cumplidos a la cita. Sin embargo, la fiesta muy pronto se transformó en pesadilla.
Miembros de las barras de varios equipos iniciaron ujna guerra de cánticos contra sus oponentes, con ofensas que fueron subiendo de tonoy que desembocaron en una batalla campal, con un saldo de 15 heridos, dos de ellos hospitalizados de gravedad.
En otras palabras, volvió a ponerse en primer plano el tema de la violencia juvenil.
Pero estos enfrentamientos -cada vez más frecuentes en todo el país- son apenas una de las aristas de un tema que parece no tener solución, que no se refleja únicamente a través del comportamientobelicoso de los hinchas de fútbol o de tribus urbanas organizadas alrededor de géneros musicales sino, mucho más preocupante, de pandillas, parches delictivos, combos y galladas que hacen de la violencia no sólo una expresión de rebeldía sino también una forma de vida a través del arranche, el atraco, el robo calificado, la violación y el asesinato.
Sin embargo, muchas veces no son los jóvenes losvictimarios sino las víctimas de una sociedad en la que el maltrato a los menores tiende a ser más la regla que la excepción.
Las estadísticas sobre menores involucrados en hechos de violencia y delincuencia, muestran la gravedad del problema.
Según la Policía, en sólo un año fueron detenidos alrededor de 2 mil adolescentes, mientras que en los juzgados existen no menos de 8 mil procesos activosen los que está involucrado al menos un menor de edad.
Estos números reflejan una situación bastante grave.
Lo peor, no obstante, es que muchos menores ingresan al crimen desde los siete u ocho años.
"Yo comencé a robar a los ocho años porque mis padres no tenían trabajo y me mandaban a la calle para que consiguiera la plata de la comida o del arriendo y, si no llegaba con algo, me pegaban...",comenta Pablo, un ex pandillero en proceso de resocialización.
Para el sacerdote Eduardo delgado, que dirige el refugio La Caleta, donde se acoge a niños que deambulan por la calle, hay varias razones para que aumente la violencia juvenil: deserción del hogar, desintegración de la familia -muy marcada en el Ecuador-, la existencia de padres que desconocen su responsabilidad como tales y el hechode que no hay mayores opciones para muchos jóvenes.

Los niños, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) constituyen "la franja que padece con más rigor los problemas derivados de la inoperancia del Estado y de la crisis de la sociedad y la familia".
Miles de menores viven en situación de pobreza y miseria. Igualmente miles de niños y niñas trabajan en condiciones de altoriesgo y el 50 por ciento de jóvenes entre 14 y 17 años no alcanza a recibir la mitad del salario mínimo.
Cada año en Medicina Legal, a nivel nacional, se evalúa un promedio de de 2 mil casos de maltrato físico contra menores y se dictaminan no menos de 400 casos de abuso sexual. Se calcula, por otra parte, que en la actualidad hay más de 5 mil niños y niñas explotados sexualmente.
Por otraparte, sólo 30 de cada 100 niños ingresan a la escuela y únicamente 60 de cada 100 de los que ingresan a primaria terminan el último grado.
Según voceros policiales, el 95 por ciento de los casos de menores infractores se concentraron en mayores de 12 años, que coincide con el grupo de desertores escolares (entre los 12 y los 17), de forma tal que la actividad delictiva está sustituyendo laescolaridad.
La realidad, según varios sicólogos, es que en la calle -con pandillas, combos y bandas- el menor encuentra un medio para subsistir y satisfacer sus necesidades de afecto, lealtad, pertenencia y reconocimiento social.
"Aquí uno es alguien y la gente no se mete con uno porque no quiere verse en problemas. les da miedo porque saben que no les tenemos miedo y que si le pegan a alguno de...