San Agustín: Tiempo Y Eternidad

El tiempo como doloroso y redentor reflejo de la eternidad en el alma, en las Confesiones de San Agustín Sed fugit interea fugit irreparabile tempus De esta línea de Virgilio toma nombre uno de los tópicos más explotados en el arte a lo largo de la tradición: Tempus fugit. La obsesión de los artistas por el tiempo de lo perecedero, el tiempo que acaba con todo, nuestro tiempo, es sintomática deuna preocupación profunda del hombre. Nada de lo sensible es inmutable, todo se acabará con el tiempo, nada permanecerá, ni siquiera nosotros. No es de extrañar que también en los inicios del pensamiento filosófico se haya presentado este problema, mostrándose como un obstáculo en la búsqueda del ser. ¿Cómo encontrar el ser en eso que está en cambio constante? Lo material, lo sensible, es mutable,y por lo tanto “tiene en sí la presencia oculta de la nada”1. Este desdén platónico por lo sensible, por lo material, por lo mutable de lo que el filósofo debe apartar su mirada cuando su intención es encontrar lo que es, es evidente en San Agustín, quien afirma que lo “inmutable ha de ser preferido a lo mudable”2, y quien le dice a su Dios que “No es la distracción sino la atención la que melleva en este camino hacia la palma de la vocación de lo alto, donde oiré la voz de tu alabanza y contemplaré tu gozo, que no viene ni pasa”3 una contemplación de un Dios único, eterno e inmutable, que recuerda a la contemplación aristotélica. Contemplación de un Dios que de alguna manera no solo se funde en las Confesiones con el mundo platónico de las Ideas (no es gratuito que para referirse a suDios San Agustín hable de ‘Bien’ y ‘Verdad’), sino también con ese ‘motor inmóvil’ aristotélico hacia el que también debe dirigirse la contemplación filosófica. Este ‘motor inmóvil’ aristotélico, que siendo causa del devenir no está sumido en él, ya que todo lo contingente deviene constantemente actualizando su forma en un
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  1
 Rovira Belloso, Josep Maria, ‘Introducción’, en: Agustín, San. Las confesiones, 1993, Planeta, Madrid, p. xxi.
  2
 Agustín, San. Las confesiones, Madrid: BAC, 1991, p. 190.
  3 Agustín, San. Las confesiones, Madrid: BAC, 1991, p. 344.
 

movimiento teleológico hacia él, parece ser el Dios cristiano de las Confesiones en muchos aspectos. Sin embargo, en San Agustín este movimiento adquiere una nueva dimensión, un nuevo sentido reconfortante para el hombre, al juntarse con la fe cristiana. Este devenir del hombre cristiano tiende ahora hacia una muerte que loliberará del peso del paso del tiempo, en un último paso de este proceso teleológico, para pasar a una vida eterna fundido con ese Dios inmutable y su eternidad. “Yo me he consumido en el tiempo, cuyo orden desconozco. Mis pensamientos –lo más íntimo de mi alma- se ven despedazados por la tumultuosa multitud de variedades, hasta que me funda en ti, purificado y derretido en el fuego de tu amor”4. Estaesperanza de un paso a la eternidad da consuelo en vida al hombre castigado y torturado por el paso del tiempo, por la precariedad de su existencia. Esta existencia no puede ser otra cosa que un terrible castigo, un insoportable sufrimiento en la conciencia del no-ser, esa conciencia del hombre que se enfrenta a la mutación constante de sí mismo y de su mundo, de ese hombre impotente que no puedehacer más que ignorar la vista de todo eso que se marchita, de ese hombre que no comprende por qué todo lo que conoce muere o perece. No puede ser más que un terrible castigo por el engaño de Prometeo para el hombre griego, o por el pecado de Adán para el cristiano. En San Agustín la raíz del dolor no es solo la angustia de saber que se vive en constante cambio y por lo tanto más cercano a la...