silas marner

Páginas: 9 (2118 palabras) Publicado: 1 de mayo de 2013
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hecho la mortaja? Pero Nancy había soportado sin quejas y con tanta firmeza aquella prueba quela afectaba directamente, que de pronto, y desde hacía muchos años había renunciado al hábitodemirar aquel cajón, por temor de halagar así el deseo de poseer lo que no le había sido dado.Quizás era esa severidad misma con que reprimía todo abandono lo que Nancy considerabaen su corazón como un pesar culpable, lo que le impedía el mismo principio que era su leymoral. «Es muy diferente... es mucho más duro para un hombre el sentir ese disgusto; una mujer puede siempre ser feliz sacrificándosea su marido; pero un hombre necesita algo que lo hagallevar sus miradas al porvenir; porque, estar sentado junto al hogar es mucho más triste para élque para una mujer.» Siempre que Nancy llevaba a este punto sus reflexiones²esforzándosecon simpatía preconcebida por ver todas las cosas como las veía Godfrey², siempre seentregaba a un nuevo examen de conciencia. ¿Había hecho realmente todo lo queestaba en supoder para mitigarle aquella privación a Godfrey? Tenía realmente razón, seis años antes y denuevo dos años después, para oponer aquella resistencia que le había costado a ella tantosdolores, aquella resistencia al deseo que tenía su marido de adoptar una criatura. La adopciónchocaba más con las ideas y costumbres de aquellos tiempos que con las de los nuestros. Sinembargo, Nancy teníasu manera de ver a este respecto. Le era tan necesario el haberse formadouna opinión sobre todos los asuntos no concernientes exclusivamente al hombre, como elasignar un lugar bien determinado a cada objeto que le era propio. Y esas opiniones eransiempre principios de acuerdo con los cuales procedía invariablemente. Aquéllas eran firmes, noa causa de sus fundamentos, sino porque ella los sosteníacon una tenacidad inseparable de laactividad de su espíritu.En lo que se refiere a todos los deberes y todas las prácticas de la vida, desde la conductafilial hasta los arreglos del traje de la tarde, la linda Nancy Lammeter, en la época en quecumplió los veintitrés años, poseía su código inimitable, y había formado cada uno de sushábitos según ese código. Llevando en sí sus juicios definitivoscon la mayor discreción posible,aquéllos se arraigaban en su espíritu y crecían en él tan tranquilamente como la hierba en laspraderas.Muchos años antes, como ya sabemos, insistía en vestirse como Priscila, porque «erarazonable que dos hermanas se vistiesen del mismo modo», y que «haría una cosa justa si paraeso se pusiera un vestido amarillo color queso». Ese es un ejemplo trivial, perocaracterístico, dela manera cómo estaba reglamentada la vida de Nancy.Uno de esos principios rígidos, y no un sentimiento mezquino de egoísmo, había sido elmotivo de la resistencia obstinada que Nancy había opuesto al deseo de su marido. Recurrir a laadopción, porque les había sido negado el tener hijos, era tratar de elegir su suerte a pesar de laProvidencia. La criatura adoptada, estaba convencida, nuncaacabaría bien. Sería una causa demaldición para los rebeldes que hubieran buscado deliberadamente un bien que²en virtud dealguna suprema razón²era evidentemente mejor que no lo poseyeran. Si una cosa no debíaexistir, decía Nancy, era un deber estricto el renunciar hasta al deseo de conseguirla.Y la verdad es que los hombres más sabios no sabrían expresar en mejores términos losprincipios de Nancy.Lo que hay solamente es que las condiciones que la inclinaban aconsiderar como manifiesta que una cosa no debía ser, dependía en ella de un modo muyparticular de pensar. Hubiera renunciado a comprar algo en un sitio determinado, si tres vecesseguidas la lluvia o cualquier otra causa enviada del cielo se hubiera opuesto a ello; y temidover acaecerle la fractura de un miembro o algún otro gran...
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