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Amar en silencio
Era mi primer día de trabajo. Mi escritorio estaba junto a una enorme ventana, mi computadora era nueva y, aunque apenas empezaba a laborar en la oficina, tenía un centenar depapeles a mí alrededor. Esa mañana había agradecido a los cielos, llevaba meses sin trabajo, pero al fin volvería a ver algo de dinero en esa cuenta bancaria, que creo, estuvo a punto de cerrarse porfalta de fondos.
Habían pasado seis horas, dos más y terminaría mi jornada de ese día. Había ordenado mi escritorio, sacado copias, archivado carpetas, presentado informes, etc. Para la última hora detrabajo sólo tenía que redactar una carta a un funcionario y enviarla por correo electrónico. Nada que me tomase por completo los sesenta minutos restantes. Entonces, cuando parecía haber olvidado porcompleto la existencia de esa enorme ventana que daba directamente a la del edificio de junto, entendí que esa oficina no estaba desocupada, tenía dueña.

Tenía el mal hábito, costumbre, o comoquieras llamarle, de que cuando veía algo que me sorprendía, de vez en cuando me quedaba con la boca abierta. Por suerte, hasta la fecha, jamás había derramado una gota de saliva, eso me hubieseconvertido en un estúpido completo.
La mujer de la otra oficina, la de junto, frente a mi ventana, ni siquiera había notado mi presencia. Quizás se había acostumbrado a no ver a nadie al mirar por suventana. No dejaba de teclear, se sentaba muy erguida, y cada cierto tiempo, se acomodaba el cabello y volvía a sus actividades. Mis ojos no se cansaban de verla, tenía algo, algo que me obligaba aescudriñar su imagen. Entonces lo notó, me echó una mirada, la sostuvo hasta que cerré bien mi boca, sacudí mi cabeza, y continué con la carta. Sentí que me miró por un rato más, y luego se puso de pie, sealejó de su escritorio. Había dispuesto mi mirada al monitor, nada más que al monitor. Mirarla de nuevo me parecía vergonzoso luego de que me había atrapado observándola.
Terminé la carta, agaché la...