sombras de una muerte

Era mi primer día en Paris. Estaba muy emocionada, me habían hablado de lugares magníficos y quería verlo todo, pero estaba cansada. El vuelo había sido largo y con la ansiedad apenas había podidodormir, así que me fui directamente a mi habitación a recostarme.
Al llegar al hotel, la recepcionista me dio las llaves de mi cuarto; yo le dije “gracias, muy amable”, pero en francés. Ella soltó unaleve risa y me dijo que no me esforzara ya que ella sabía español. Me fui sonrojada al lujoso ascensor.
Al llegar a la habitación me tendí en la cama y caí en un profundo sueño.
Desperté con unossonidos bastante extraños. Habían pasado horas y ya era de noche.
Me levanté con intriga a ver qué sucedía, observe la casa de al frente y lo único que pude divisar fueron algunas sombras en lasblancas cortinas, pero nada muy concreto.
Me disponía a volver a la cama cuando de pronto se oyó un grito. Rápidamente miré por la ventana. No se veía nada fuera de lo común, solo un señor de edadmayor, con un gorro de copa y un bastón, sentado en una banca de la deshabitada calle.
Me quedé mirando a este personaje cuando nuevamente escuché un grito. Volví a mirar hacia el frente a ver si podíadetectar la procedencia de aquel sonido, que al volver a escucharlo se me hizo más truculento. De pronto, las sombras que había visto anteriormente en la casa vecina, se hicieron más nítidas. ¡Oh, quéhorror! No podía dar crédito a lo que ahora observaban mis ojos: la silueta de un afilado cuchillo que penetraba el pecho de una mujer. Quedé atónita. Intenté llamar a alguien pero no salió sonidoalguno de mi boca. Pude recomponerme y llamar a un mozo del hotel. Llegó un joven de unos 25 años, de rostro sonriente y ojos azules. Intenté explicarle lo que ocurría, pero no daba con la frase. Mifrancés era nulo, mi inglés deficiente y además estaba asustada. No sé cómo lo hice, en una mezcla de mímica con chapuzones franchutes, españoles y gringos, di con algo que finalmente, para mi sorpresa,...