tareas
Siéntate, jovencito dijo el juez con una voz que media cada palabra como sifuera una onza de oro en este sillón de aquí –señalo una de las dos grandes butacas que había frente a su imponente escritorio Sidney obedeció, y luego se quedómirando al juez, un hombre con cara de antipático que parecía tortuga, este se dejó le devolvió la
Caer sobre el otro sillón. Lo acercó a la mesa ysonrío. Sídney le devolvió la sonrisa. La expresión del juez se tomó seria, la sonrisa de Sídney se desvaneció.
¿Qué tal te encuentras hoy, Sídney? Pregunto el juez-Bien, gracias –contesto Sídney, adoptando el tono y la cadencia de voz del juez -¿Qué tal se encuentra usted hoy?
-Bien también-contesto el juez –¿sabes porque estás aquí?
Sidney se volvió para mirar a su madre una mujer bonita y sexy de cabello oscuro, con una expresión de ligero asombro dirigió la miradahacia la otra punta de la habitación, donde estaba su padre un hombre rubio delgado de ojos azules y aspecto atildado. Sidney no se parecía en nada a ningunode los dos con su cabello pelirrojo cortado a cepillo, coronado una cabeza alarmantemente grande y su rostro de una redondez casi perfecta, no se parecía niremotamente a nadie que Sídney hubiera visto en su vida tanto su padre como su madre sonreían tato el uno como el otro habían venido con sus abogados.
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