Turismo

CENTRO DE BACHILLERATO TECNICO E INDUSTRIAL DE SERVICIOS 111

Alumna:
Karla Belen Medina Jimenez
Profesor:Juan Frias
1°D T.V.
Especialidad:Turismo
Fecha:24 de Noviembre

Presentación

LA MISMA CANCION DE AMOR
Aún creo que en un atardecer lluvioso, el muchacho regresará con su desgano a cuestas. Encorvado, saludará a los jubilados de la cancha de bochas con una sonrisaligera, levantando apenas la mano. El tic en sus ojos se acelerará en ese momento. Luego abrirá la ruidosa puerta del buffet. Buenas, dirá, estirando la letra e. Elegirá el extremo de la barra que da a la pared, como siempre.
Un Malve, Miguelito.
No dirá nada más. Hasta después del último trago. Luego comenzará a repetir su malograda historia de amor. Como siempre, hasta la medianoche.
Yo leoiré cada palabra, rogando que me repita cuando otro cliente me impida oírle. Se irá a las doce en punto. Entonces cerraré el club y caminaré las cinco cuadras que me separan de mi casa para sumergirme en el silencio de la pieza. Ni triste ni feliz. Quizás calmo. Con la seguridad de que otro día ha pasado.

Apareció en un atardecer. Ese día la lluvia había inundado a media ciudad. Volvió,puntualmente, en los atardeceres siguientes, soleados o nubosos, con lluvias o escarlatas. El muchacho bordeaba la cancha de bochas, luego hacía rechinar las bisagras de la puerta del buffet y con una frase breve pedía su Malve. Apenas le retiraba la botella vacía, comenzaba a relatarme la única historia que había vivido. Al menos la única digna de ser contada.
Noche a noche me fui enterando de losdetalles de su vida. De a poco, mientras lavaba las rejillas con lavandina o limpiaba las copas con el paño, sin hacer preguntas, sin dar opiniones.
Su madre murió cuando ni siquiera sabía nombrarla. Su padre, un capitán de infantería, se encargó de proveerle una educación militar. Se crío, además, con una tía loca, la tía Antonia. Una anciana rubia, muy maquillada. Había enviudado en sujuventud, cuando llevaba cuatro meses de embarazo. Rosalía iba a llamarse su retoño. Murió el día del parto.
Rosalía, le decía Antonia al muchacho cada vez que lo llamaba.
Así me fui enterando de sus cosas, en forma fragmentada pero precisa. Él narraba lento con la voz arenosa. El ruido de las bochas nos llegaba mezclado con las voces de los jubilados. Yo fumaba un cigarrillo detrás de otro, limpiabalas copas o las rejillas, y si caía un cliente en el momento definitivo de una anécdota, lo hacía esperar.
Podría haber llegado a coronel. Pero algo adentro de su cabeza se agrietó. Esa era la palabra que utilizaba, apretándose la sien con el dedo.
Siempre llevaba una pila de hojas escritas, atadas con una cinta roja. Al llegar las apoyaba en la barra cerca de su mano y luego se las llevaba almarcharse. Nunca le pregunté nada acerca de su contenido. A cada rato, el muchacho estiraba los dedos sobre el fajo, quizás sólo para comprobar que estuviera ahí. Luego volvía a mencionar algún detalle de su relato obsesivo.
El padre, un capitán con honores, había ordenado que el niño permanezca en la casa. Afuera se había desatado una guerra, repetía. Y cuando estaba en la casa, se lo veíarecortado contra la puerta durante horas, observando la calle por la mirilla, pavoroso de una posible acometida. Por las noches, solía subir a la terraza con la pistola. El muchacho, desde su habitación, oía el ruido de los pasos. Mordía la almohada por el miedo. Uno o dos disparos estallaban en la noche. A veces tres. Luego quedaba el silencio, la madrugada imprevisible por delante.

Su tía lollamaba Rosalía. Su padre, General.
Párese derecho, General, vociferaba, sacudiéndolo por los hombros.
Del miedo, el muchacho apenas podía mantener la cabeza levantada.
Qué mierda le pasa en los ojos, General.
Su padre siempre se refería al tic con gritos e insultos. O soltando un cachetazo.
Vivía en una casa amplia, rodeada de muros. El único consuelo lo encontraba jugando entre los árboles...