A sangre fria
-Pues claro que lo maté. Sólo que... un negro no es lo mismo.-Luego añadió-: ¿Sabes lo que me roe el cerebro? ¿De lo otro? Que no me lo creo..., que no creo que nadie pueda salirse con tanta facilidad de una cosa así.Porque no veo cómo puede ser. Hacer lo que hicimos. Y tener la seguridad cien por cien de que no va a pasarnos nada. Eso es lo que me pudre lasangre..., que no me puedo quitar de la cabeza que va a pasarnos algo.
Aunque de niño había frecuentado la iglesia, Dick no se había inclinado nunca a creer enDios ni se dejaba turbar por supersticiones. A diferencia de Perry, no tenía la certeza de que un espejo roto significara siete años de mala suerte, nique contemplar la luna nueva a través de un cristal presagiara desgracias. Pero Perry, con sus agudas e irritantes intuiciones, había dado de lleno enuna de las recurrentes dudas de Dick. También Dick pasaba por momentos en que aquella pregunta le daba vueltas por la cabeza: ¿Será posible..., seríanellos dos capaces «ante Dios, de salir con bien de una cosa como ésa»? De pronto le dijo a Perry:
-Y ahora basta. Cállate.
Inmediatamente puso el motoren marcha y sacó el coche del promontorio dando marcha atrás. Frente a él, en la polvorienta carretera, vio un perro que trotaba bajo el cálido sol.
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