Dialnet AgustinElTiempoYLaPalabra 3579933
Revista Electrónica Historias
del Orbis Terrarum
Edición y Revisión por la Comisión
Editorial de Estudios Medievales
Núm. 04, Santiago
http://www.orbisterrarum.cl
Agustín.
El tiempo y la palabra.
Por Leandro Lillo Aguilera*
RESUMEN:
El contexto en que se escribe la Ciudad de Dios es uno de los elementos más
significativos para su comprensión. Agustín, como buen cristiano, transformará laHistoria de su pueblo en Historia Universal, como en el pasado hicieron los judíos
al redactar el Antiguo Testamento. Por ello, la trascendencia sólo se logrará
perteneciendo al selecto rebaño divino, con proyección más allá de esta vida. Pero
aquella salvación no se logrará sin intervención providencial. El concepto de
‘predestinación’ resultará fundamental. La idea de Historia en la Ciudad deDios
contra los paganos, es exponente y precursora a la vez de la denominada filosofía
cristiana de la Historia, estableciendo seis edades distintas entre el punto alfa y el
omega.
* Leandro Lillo Aguilera es Licenciado en Historia de la Universidad de Chile. Contacto:
leandrolillo@gmail.com
AGUSTÍN. EL TIEMPO Y LA PALABRA
Por Leandro Lillo Aguilera
Revista Electrónica Historias del OrbisTerrarum
www.orbisterrarum.cl
Agustín. El tiempo y la Palabra
No bien había amanecido en la ciudad de Hipona cuando Aurelius Augustinus dejó aquel objeto
sobre una mesa y se aproximó inquieto hacia la ventana. Ésta, ubicada justo frente al lejano mar, le
hubiese permitido, quizá en un día despejado, extender – cuando mucho – la mirada por un centenar de
kilómetros más allá de la línea de playa. Trasel mar, el horizonte yacía como siempre limpio, pero
igualmente inescrutable con respecto a lo que ocurría allende el Mare Nostrum, en la capital imperial.
Estando en la calle Aurelius Augustinus entonces, volvió tras sus pasos para dirigirse a donde
esperaba encontrarse con gran parte de la ciudad, su Basílica de la Paz. No hacían falta más palabras
que las palabras, no hacía falta más nada queun caluroso sermón que reconfortara los espíritus de los
presentes. Varios, pareciéronle ser caras nuevas, quizá le engañaban sus ojos, pero qué importaba a
estas alturas, era tarde y debía comenzar:
«Horribles noticias – dijo esperando luego de estas dos palabras oír el eco de su voz antes de
proseguir – nos han llegado de mortandades, incendios, saqueos, asesinatos y otras muchas enormidadescometidas en aquella ciudad. No podemos negarlo: infaustas nuevas hemos oído, gimiendo de angustia y
pena, y llorando frecuentemente sin podernos aliviar. No cierro los ojos a los hechos: el correo nos ha
traído muchas cosas y reconozco que se han cometido innumerables barbaridades en Roma» 1.
A varios metros de la basílica, sobre una mesa, en la habitación que ya temprano había
abandonado, yacía –abierta y leída – una carta con inquietantes noticias que hablaban acerca de lo
ocurrido a varios cientos de kilómetros de Hipona, en Roma, hacía ya varios días.
Era 24 de agosto en la ciudad capital cuando, por la puerta Salaria, los guerreros de Alarico
entraron a ésta saqueándola a hierro y fuego. Aquel golpe haría tambalear no sólo la
institucionalidad romana, sino también las conciencias detodos los habitantes del Imperio Romano
de Occidente. Probablemente, ninguno de los ciudadanos del Imperio que tuvo noticias de lo
acontecido y que concibiese como común su destino con el de la romanidad occidental, se sintió
inmune a las noticias y no recibió aquellas informaciones como una desgracia que unía en una
misma suerte a todo Occidente. Ya sea que estuviese en la misma ciudad de Roma o enlas
inmediaciones de la península de los Apeninos, o bien, en las costas mediterráneas de África,
muchos de los ‘romanos’ siguieron con espanto las informaciones provenientes de la Península, las
1
San Agustín de Hipona, “Sermón sobre la caída de Roma (Sermo de Urbis excidio)”, En: San Agustín de Hipona, La
Ciudad de Dios (1ª parte – volumen XVI de la colección “Obras de San Agustín”),...
Regístrate para leer el documento completo.