los Buscadores de Conchas
de conchas
ROSAMUNDE PILCHER
1
Título original
THE SHELL SEEKERS
Traducción de
SOFÍA NOGUERA
Portada de
GS-GRAFICS, S.A.
Tercera edición en esta colección: Septiembre, 1992
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo las
sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra porcualquier medio o
procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de
ella mediante alquiler o préstamo públicos.
Reservados todos los derechos.
Prohibida su reproducción, total o parcial, por cualesquiera medios.
© 1987, Rosamunde Pilcher
Copyright de la traducción española: © 1990,
PLAZA & JANES EDITORES, S.A.
Enric Granados,86-88, 08008 Barcelona
Printed in Spain — Impreso en España
ISBN: 84-01-49188-6 (Col. Jet)
ISBN: 84-01-49251-3 (Vol. 188/1)
Depósito Legal: B. 32.094 — 1992
Impreso en Litografía Roses, S.A. — Cobalto, 7-9 — Barcelona
Edición Digital Septiembre 2004 por Kory
Este libro es para mis hijos, y sus hijos
3
PRÓLOGO
El taxi, un viejo Rover que olía a humo de cigarrillo, avanzabalentamente por la
vacía carretera de campo. Era el principio de una tarde de finales de febrero, un
mágico día invernal de frío penetrante y cielo sin nubes, gélido y pálido. El sol brillaba
proyectando largas sombras, aunque irradiaba poco calor. Los campos arados se
extendían en la lejanía. De las chimeneas de las granjas diseminadas y de las
pequeñas quintas de piedra ascendían columnas de humohacia el aire inmóvil, y los
rebaños de ovejas cargadas de lana y de incipiente preñez, se agrupaban alrededor de
pesebres de heno fresco.
Sentada en la parte trasera del taxi, mirando a través de la polvorienta
ventanilla, Penélope Keeling pensaba que nunca la familiar campiña le había parecido
tan bella.
Tras un brusco recodo de la carretera, apareció el poste de madera que señalaba
elcamino a Temple Pudley. El taxista aminoró la velocidad y giró en medio de un
doloroso cambio de marcha, para traquetear seguidamente cuesta abajo entre altos y
deslumbrantes setos vivos. Momentos después entraban en el pueblo con sus doradas
casas de piedra Costwold, el vendedor de periódicos y el de golosinas, el mesón
Sudeley Arms y la iglesia algo retirada de la calle junto a un antiguocementerio y
algunos tejados de aspecto siniestro. Las calles se veían desiertas. Todos los niños
estaban en la escuela y el frío penetrante recluía a los mayores en el interior de sus
casas. Solo un hombre ya entrado en años, con guantes y bufanda, paseaba a su
perro.
—¿Cuál es la casa? —preguntó el taxista volviendo la cabeza por encima del
hombro.
Ella se inclinó hacia adelante, excitada.
—Unpoco más adelante. Pasado el pueblo. Esa verja blanca a la derecha. Está
abierta. ¡Aquí! ¡Hemos llegado!
El coche traspuso la verja y se detuvo detrás
envolviéndose en su capa azul marino para protegerse
bolso y se acercó a abrir la puerta. Detrás de ella, el
maleta del maletero. Ella se volvió para cogerla pero él la
de la casa. Penélope bajó,
del frío. Sacó las llaves del
taxistasacaba una pequeña
retuvo con aire preocupado.
—¿No hay nadie esperándola?
—No. Nadie. Vivo sola y todo el mundo piensa que aún estoy en el hospital.
—Cuídese.
Ella dedicó una sonrisa a su agradable rostro. Era un hombre bastante joven, con
una hermosa y espesa mata de pelo.
—Por supuesto.
Él titubeó y luego dijo:
4
—Si quiere, puedo entrar la maleta y llevarla arriba...
—Oh, es muyamable de su parte. Pero puedo arreglármelas sola...
—No es ninguna molestia —repuso él siguiéndola hacia la cocina.
Penélope abrió una puerta y le condujo a través de la pequeña escalera de la
casa. Todo olía a una pulcritud aséptica. La señora Plackett, bendita fuese, no había
perdido el tiempo durante los pocos días de ausencia de Penélope. Se dedicó a limpiar
la pintura blanca de las...
Regístrate para leer el documento completo.