Cuchilla

Páginas: 5 (1014 palabras) Publicado: 16 de agosto de 2012
 
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Entonces, de inmediato, se encendieron las luces de la habitación, la ventana se abrió y apareció de nuevo la mujer de Cuchilla, en piyama .Daniel tenía razón: era linda. Su largo pelo negro brillaba encima de los hombros, y era por eso que su cuello se veía más blanco. De marfil, diría Montecristo. Quise advertirle a Daniel que otra vez la mujer se mostraba en la ventana abierta. PeroDaniel roncaba. Antes de regresar a la cama me asomé por última vez .De nuevo creí ver que la mujer del Cuchilla lloraba.
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El domingo por la mañana, a diferencia de todos los domingos por la mañana de nuestra vida, Dani no soñaba en su cama, nien la ventana. Su cama, incluso, estaba tendida. Fue una sorpresa. Dani, que por lo general remoloneaba debajo de las cobijashastamediodía, brillaba por su ausencia. Y eran apenas las nueve de la mañana, ¿cómo no lo oí despertar? Cierta indignacióncruzó por mi cabeza. Por lo general, era yo quien despertaba a Dani: "Despierta, dormilón" y proponía algún juego-paseo parael domingo. Dani, por el contrario, me dejó durmiendo en la cama. Uf, traición.Bajé corriendo a la cocina, a desayunar. No vi a Dani por ninguna parte. Mis padres,sentados a la mesa, se divertían mirandolas fotos de un paseo que hicieron -los dos solos- a Villa de Leyva.  ¿Y Dani? les pregunté. Es un hijo modelodijo papá,con orgullo, y siguió indagando la colección de fotos. No entendí nada. Miré a mamá, en busca de una explicación.Dani está en el tejado me dijo por fin.  ¿En el tejado? Arregla las tejas de tu cuarto me dijo. Nos contó quehaygoteras cuando llueve.  ¿Goteras? Por dentro pensé: "Si no hay una sola gotera en nuestro cuarto, ¿qué hace Dani en eltecho?" Iré con él dije. Y ya me disponía a correr al patio por donde teníamos la ruta al tejado, una escalera, una azoteaintermedia, otra escalera, y el techo-, cuando mamá me detuvo: Nada, niñito. Primero tu desayuno, aquí mismo, frente anosotros. Te desayunas y vas y lo ayudas.Por primera vez, un domingo, desayuné sin ganas, y sin Dani.Parecía que día por día las sorpresas empezarían a cercarme desde entonces, como si de un instante a otro, sin presentirlo, lavida entera me hubiese llenado de vida, pero de una vida distinta, otra vida.El tejado era territorio conocidísimo por nosotros: nuestro país. Alguna vez, más pequeños, nueve añitos, pretendimos conDani dormir en eltejado: subimos nuestros colchones y cobijas, pusimos las sábanas encima y alrededor, sostenidas por unandamio de escobas y traperos, con una abertura que permitía ver el cielo. Se aproximaba la noche y no descendimos deltecho, a pesar de que oímos la voz de mamá llamándonos por toda la casa. A nosotros, sencillamente, no nos importaba quenosotros no apareciéramos. Simple y únicamente queríamosdormir por fuera, debajo de las estrellas. Ignoramos la granpreocupación de mamá, buscándonos. Pero no existía todavía una sola estrella en el cielo. Sólo nubes negras, y más negrasentre más avanzaba el atardecer. De pronto cayó el chubasco, las sábanas se ensoparon, se inflaron de agua, el andamio sederrotó, los colchones se hundieron. Sucumbimos. Debimos bajar del techo casi nadando, y esa fuela primera y única vez quepapá se sacó la correa y nos puso las nalgas como un crucigrama Tranquilos, mis hijos decía. Tranquilos que a mí meduele más.Y después, como una gran amenaza:A su mamá no la hacen sufrir otra vez.Pensamos que tenía toda la razón,pero no creemos que a él le doliera más. Eso no.Bien, esa mañana de domingo fulgía soleada como nunca, y daban ganas decantar. ¿Dani?pregunté.Chist oí su voz, su susurro atemorizado. Por lo visto, desde el sábado anterior Dani ya no era capazde hablar en voz alta, sino en secreto, como si alguien definitivamente especial pudiera escucharlo. ¿Papá? ¿Mamá?No. La mujer de Cuchilla. Y lo encontré muy bien escondido detrás de unas tablas como un parapeto, en la orilla más peligrosadel techo: la que daba contra la calle. Comprendí que...
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