El Eskimal y La Mariposa

Páginas: 231 (57604 palabras) Publicado: 29 de agosto de 2011
NAHUM MONTT

El Eskimal y la Mariposa

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A la memoria de mis hermanos:
Afranio Montt, por su lucha desafiante, frente a un mundo
que no lo comprendió.
Diana Hafen, sol que se ocultó antes de tiempo.
Y Pablo Valero, mago que predijo mi llegada antes de partir.

Amamos la mentira, mentimos a los otros,
nos mentimos a nosotros mismos
y mentimos cuando hablamos de nuestranaturaleza,
¿de dónde sale la verdad?

David Mamet
Los tres usos del cuchillo

1

El domingo 25 de marzo de 1990, tres días después de los desórdenes y saqueos por la muerte de Bernardo Jaramillo Ossa, candidato presidencial del movimiento de izquierda Unión Patriótica, Coyote presionó el botón empotrado en la entrada del edificio y esperó. El Colonial estaba ubicado en el barrio ElPolo y usurpaba con sus cinco pisos y ladrillos rojos, el blanco de las casas grandes y sobrias de los alrededores.
Coyote sacó una menta de leche de su chaqueta de cuero, la degustó sin ganas y dejó que se le pegara al paladar. Miró el reloj y comprobó que faltaban cinco minutos para las ocho de la mañana. El cielo estaba gris y Bogotá se replegaba en sí misma, envuelta en el manto de unallovizna invisible. A medida que avanzaba la mañana, las nubes se iban oscureciendo y apretando contra los cerros, dejando ver unos relieves cenizos que anunciaban el aguacero puntual de cada día de marzo.
Frente a El Colonial se hallaba la camioneta blindada de Medicina Legal, invisible también, sin despertar sospechas ni curiosidad, como la llovizna que aparecía por arte de magia en las mangas de suchaqueta.
Coyote volvió a presionar el botón donde decía "Portería" y vio aparecer una mujer pequeña y ojerosa, de piernas cortas y sin más senos que una mancha oscura que se veía a través de la camiseta gastada. La mujer abrió la puerta enrejada y lo condujo hasta las escaleras, a través de un patio descubierto con una fuente que tenía un enano de barbas blancas ensopado en la mitad.
Elcorredor del segundo piso parecía la sala de espera de un pabellón de maternidad. Impacientes y en pijama, los hombres se paseaban fumando de un lado a otro. Las mujeres se reunían en corrillos alrededor de una anciana que levantaba sus manos amarillas.
—No la culpo —decía— , pero nadie se envenena porque le hagan un retrato.
Cuando lo vio llegar, un joven moreno y de facciones parecidas a las dela mujer que le abrió la puerta, cambió de mano un pañuelo estrujado y se la extendió. Murmuró un nombre que Coyote no entendió, y añadió:
—Lo están esperando los señores de arriba.
—¿Cómo dijo que era su nombre?
La voz ronca y gutural del Coyote pareció intimidar al joven de facciones indígenas. Su rostro reveló una palidez enfermiza y sus cejas, finas y alargadas, no hicieron más queacentuar una fealdad melancólica y tribal.
—José Cumara —dijo siseando las palabras —. Soy el portero.
Caminaron por el corredor encerado hasta la puerta entreabierta del apartamento 201. La pestilencia pateó el estómago del Coyote; pensó sacar su pañuelo, pero ya era demasiado tarde. Le repugnaba la sensación mentolada en la lengua y el olor agridulce de carne podrida parecía atravesar la chaquetade cuero y anidarse en su piel.
—Tres días... No sabíamos de la señora ni de Kalimán... Pero fue el olor que me hizo llamarlos.
Coyote despidió al portero y caminó por el pasillo alfombrado hasta el umbral de la sala; saludó con la cabeza al joven de Medicina Legal, que hacía su trabajo pegado a las ventanas abiertas. Contempló durante algunos segundos aquella escena bajo la luz amarilla delas bombillas y dejó escapar un suspiro contra su voluntad.
En la madrugada de aquel domingo había recibido una llamada lacónica de don Luis. Había apuntado medio dormido la dirección y se preguntaba la relación de todo aquello con lo ocurrido tres días antes, en el aeropuerto.
Entonces escuchó un balbuceo viperino, amortiguado y oprimido por 100 kilos de grasa que provenía del otro lado de...
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