El laberinto de la Soledad

Todos santos, día de muertos
El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar confestejos y ceremonias hombres y acontecimientos.
El tiempo deja de ser sucesión y vuelve a ser lo que fue, y es, originalmente: un presente en donde el pasado y el futuro al fin se reconcilian.Nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas populares. Las fiestas son nuestro único lujo.
El mexicano no se divierte: quiere sobrepasarse, saltar del muro de la soledad queel resto del año lo incomunica.
A través de la fiesta la sociedad se libera de las normas que se ha impuesto. Se burla de sus dioses, de sus principios y de sus leyes: se niega a sí misma.
Conocemosel delirio, la canción, el aullido y el monólogo, pero no el diálogo. Cada vez que intentamos expresarnos, necesitamos romper con nosotros mismos.
Muerte y vida son contrarios que se complementan.Si para Gorostiza la vida es una muerte sin fin, un continuo despeñarse en la nada, para Villaurrutia la vida no es más que nostalgia de la muerte.
En este drama sin personajes, pues todos son nadamás reflejos, disfraces de un suicida que dialoga consigo mismo en un lenguaje de espejos y ecos, tampoco la inteligencia es otra cosa que reflejo, forma y la más pura, de la muerte, de una muerteenamorada de sí misma. Todo se despeña en su propia claridad, todo se anega en su fulgor, todo se dirige hacia esa muerte transparente: la vida no es sino una metáfora, una invención con que la muerte-¡también ella!- quiere engañarse.
Los hijos de la Malinche
Pero todos coinciden en hacerse de nosotros una imagen ambigua, cuando no contradictoria: no somos gente segura y nuestras respuestas comonuestros silencios son imprevisibles, inesperados. Traición y lealtad, crimen y amor, se agazapan en el fondo de nuestra mirada. Atraemos y repelemos.
La mujer, otro de los seres que viven aparte,...