El laboratorio de la crisis




INTRODUCCION

La época de Menem marcó definitivamente la historia argentina contemporánea. Todo lo que vino después, Kirchner inclusive, sólo puede ser explicado a partir de Menem y acaso no existiría sin ese antecedente

Menem fue el fin de la política como debate, reemplazada por el intento de pensamiento único; la suspensión de la ideología, reemplazada por lo que se dio en llamarpragmatismo (y que, en términos estrictos, se ajusta más al cinismo); el socavamiento de la solidaridad en función de un individualismo salvaje; el aplastamiento de los valores por el imperio del nihilismo.

Menem combinó la figura estereotípica del caudillo con los aires del hombre de mundo; el folklore del peronismo tradicional –incluyendo el culto al personalismo- con el discurso de lamodernización; la cristalización del conservadurismo en el envase de la economía de mercado. La misma lógica facciosa lo llevó a pactar y a traicionar a distintos sectores de la sociedad, en una suerte de corporativismo autodestructivo.

El paradigma económico de la década menemista supuso un quiebre fundamental, aunque en algunas de sus manifestaciones no fue tan novedoso como se pretendía. Laruptura del estatismo en pos de un capitalismo amañado fue tan funcional como aquél a los grandes grupos de interés. En tanto, la ambivalente retórica nacionalista y de inserción en el primer mundo, se tradujo en una política de sistemática entrega del patrimonio, para “comprar” a precio dólar una burbuja de complacencia y de perpetuación en el poder para seguir haciendo negocios. No obstante, una delas principales herencias de ese período es cultural: una herencia envenenada que quizás lleve más tiempo enervar que sus conexiones económicas.

Durante el gobierno de Menem se llevó a cabo una metódica y entusiasta persecución del valor de la palabra, tanto en un sentido axiológico, como semántico. Ya no solo dejó de tener peso moral la promesa, entendida como compromiso sustentado en lahonorabilidad, sino que hasta el mismo significado de los términos se diluyó en una lógica donde lo que se decía pasaba a tener una importancia relativa.

Un ejemplo ilustra sobre ambas acepciones. En su primera campaña electoral, Menem –un prodigio de construcción electoralista, capaz de imponerse al aparato bonaerense de Antonio Cafiero- sedujo voluntades con expresiones de resonancias mágicas:revolución productiva, salariazo. El rumbo adoptado inmediatamente por su gobierno demostró que ambas promesas estaban muy lejos de cualquier especie de concreción. Más adelante, el mismo incumplimiento se ajustó a una lógica más perversa, cuando se pretendió haber satisfecho las promesas electorales –por ejemplo, al frenar la hiperinflación-, tergiversando por completo su sentido lógico einterpretación más directa.

Menem no vacilaba en contradecirse en breves lapsos de tiempo –a veces en el mismo día, según el auditorio ante el que le tocaba comparecer- o en asignar a las mismas palabras significados diversos, conforme a las circunstancias, el contexto o el ánimo del momento. Las palabras, en boca del presidente y su entorno, perdieron relevancia como tales, resignaron su función dedadoras de significado a las cosas y a los conceptos, fueron incapaces de contener abstracciones, convertidas en cáscaras adaptables y vacías. Por eso, no fue casual ni sujeto a una mera lógica economicista el desprecio –y consiguiente deprecio- que sufrieron la educación y el sector científico.

Esta desvalorización de la palabra encontró su perfecto correlato en el culto obsesivo de la imagen. Laspatillas menemistas se fueron recortando, mientras su portador viraba de la estampa caudillesca a la Facundo Quiroga, a la de dandy primermundista. Una trayectoria equiparable a la de su cabello: cuando el transcurso del tiempo minó su permanencia, su antiguo lugar fue ocupado por un implante. El efecto no coincidió totalmente con lo que se buscaba, ya que el humorismo político pronto advirtió...