Elizabeth kubler ross los niños y la muerte
LOS NIÑOS
Y LA MUERTE
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Luciérnaga OCÉANO
ÍNDICE
Pensamientos... 4
El comienzo de la vida 6
La muerte súbita 18
Lesiones cerebrales y estado de coma 28
Forma natural de preparar a los niños para la vida 34
El duelo, catalizador para el crecimiento y la comprensión 42Niños desaparecidos, asesinados y suicidio infantil 42
Tratamientos alternativos: la visualización 42
Cuando los niños saben que van a morir 42
Como pueden ayudar los amigos 42
Dejarlos marchar 42
Los funerales 42
Aspectos espirituales del trabajo con niños moribundos 42
Recursos: grupos y sistemas de apoyo42
Grupos de cuidados y ayuda 42
A Kenneth, Manny y Barbara, que me enseñaron a ser madre.
Dedico este libro también a los padres y niños que tan generosamente compartieron conmigo su amor y su dolor, sus esperanzas y sus desilusiones.
Quiero expresar asimismo mi profundo agradecimiento a los miles de padres, abuelos y hermanos que me hicieronpartícipe de sus sentimientos cuando un niño padecía una enfermedad terminal, tras un suicidio o después de encontrar el cuerpo de un niño asesinado. Cada uno de ellos sobrellevó la carga de distinta forma, y ahora comparten la tristeza de la pérdida de un niño y rehacen su vida con compasión, comprensión y una mayor capacidad para amar.
Espero que este libro ayude a vivir con más plenitud yapreciar más la vida, mientras podamos compartirla juntos.
El ser humano forma parte, con una limitación en el tiempo y el espacio, de un todo que llamamos «universo». Piensa y siente por sí mismo, como si estuviera separado del resto; es como una ilusión óptica de la conciencia. Esa ilusión es una cárcel que nos circunscribe a las decisiones personales y al afecto hacia las personas máscercanas. Hay que traspasar sus muros y ampliar ese círculo para abrazar a todos los seres vivos y ala naturaleza en todo su esplendor.
Albert Einstein
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Pensamientos...
Estoy en la sala de estar, tras pasar una larga semana en Nueva York, en un encuentro con unas ochenta y cinco personas, muchas de las cuales padecían una enfermedad terminal o tenían ante sí la miseria y lainsensatez de la vida o del suicidio. Otras habían perdido un hijo o a su pareja, y algunas venían para crecer, para apreciar la vida con más intensidad, o simplemente para «cargar las baterías» y trabajar mejor con quienes las necesitan.
Y desde aquí, sentada delante de la máquina de escribir, veo por el ventanal azulejos y colibríes, un conejillo que cruza el patio, una salamandra que mira hacia lacasa, y luego aparece un águila, sobrevolando los árboles del jardín. El paraíso debe de ser algo así: árboles y flores en un marco de valles y montañas, con un cielo azul, un lugar apacible y tranquilo que invita a descansar.
Pienso en los indios que recorrían esta tierra y despedían a sus muertos. Oigo sus oraciones al viento y sus lamentos al paso de uno de sus niños.
Como si vieseuna película de aquellos tiempos, imagino la llegada de los colonizadores, de los jóvenes durante la fiebre del oro, con sus sueños sobre el «Lejano Oeste», donde esperaban encontrar una tierra para trabajar, tener una familia y ganarse la vida. Veo sus caravanas, avanzando con dificultad; a sus mujeres, abatidas, acaloradas y cansadas; las veo cocinando en una marmita y refugiándose de la tormenta.Las veo embarazadas y temiendo el viaje; oigo el llanto del recién nacido, y veo el orgullo y el sudor en la cara del padre que contempla a su primer vástago. Veo cómo la joven pareja cava una fosa en el camino hacia el Oeste y reemprende la lucha para sobrevivir, para empezar de nuevo, una y otra vez. En los últimos miles de años apenas ha habido cambios: los seres humanos siempre han luchado,...
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