la magia de un día cualquiera

Ann Howard Creel

LA MAGIA DE UN DIA CUALQUIERA


A mis padres, que vivieron la guerra.


ÍNDICE
Prólogo 4
Capítulo 1 8
Capítulo 2 12
Capítulo 3 16
Capítulo 4 20
Capítulo 5 34
Capítulo 6 41
Capítulo 7 45
Capítulo 8 48
Capítulo 9 54
Capítulo 10 58
Capítulo 11 61
Capítulo 12 68
Capítulo 13 72
Capítulo 14 77
Capítulo 15 81
Capítulo 16 85
Capítulo 17 89
Capítulo 18 98Capítulo 19 102
Capítulo 20 106
Capítulo 21 113
Capítulo 22 119
Capítulo 23 122
Capítulo 24 126
Capítulo 25 129
Capítulo 26 133
Capítulo 27 138
Capítulo 28 143
Capítulo 29 146
Capítulo 30 152
Capítulo 31 157
Capítulo 32 162
Capítulo 33 168
Capítulo 34 172
Agradecimientos 176
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA 177

Prólogo
No pienso muy a menudo en aquel año, el último de la guerra, en sus días,sus decisiones, a no ser que me encuentre paseando al amanecer en una tranquila mañana de invierno, cuando la nieve fresca ha cubierto de silencio la tierra a mi alrededor y los cristales de hielo aún permanecen inmóviles en el aire. En esas mañanas de perfección helada, cuando la mayoría de las criaturas vivientes se resguardan en una cama tibia o en un profundo agujero de la tierra, me calzo misviejas botas y me dispongo a dejar las primeras huellas sobre la superficie crujiente y permitir que el alba sepa que aún estoy viva y que aprecio cada minuto de su delicada luz lavanda. Es entonces cuando empiezo a recordar.
Empezaré este relato en el día de la boda de mi hermana, casi veinticuatro años después del día en que llegué llorando a la tierra.
Era abril de 1944. Las fuerzas aliadasse estaban preparando para invadir Francia y poner fin a la peor guerra de la historia, mientras algunos de nosotros, en el frente doméstico, intentábamos continuar con lo que podría considerarse una vida normal. Un bochornoso sábado de primavera en el Front Range, en las Rocosas, mi hermana más pequeña, Beatrice, se casaba con su novio de la escuela, entonces un oficial del ejército reciénnombrado, convirtiéndome en la única hermana Dunne que aún no estaba casada. La mayor de tres hermanas y todavía soltera, una singularidad que no pasaría desapercibida, especialmente para mis tías. Mientras esperábamos para recibir a los invitados, la tía Eloise hizo un comentario sobre la calidad de las parejas que mis hermanas habían atrapado. Durante la guerra a los oficiales se les tenía en la másalta consideración, y Abigail, la más cercana a mi edad, había llegado a lo más alto de la clasificación pescando a un oficial de alta graduación que además, por si fuera poco, era médico.
—Ojalá no te hubieran comparado siempre con tus hermanas —dijo la tía Eloise.
—Deberías considerarte a ti misma un poco más atractiva —añadió la tía Pearl.
Mis tías no eran crueles, se entiende. Les gustabahablar y, cada vez que tenían la oportunidad, nos obsequiaban con el regalo cuidadosamente empaquetado de sus pensamientos, seguras de que nadie lo rechazaría. Y aunque a veces me moría de ganas por contestarles, mis padres me habían enseñado a respetar a mis mayores. En lugar de perseguir el matrimonio, al final del verano, después de completar mis últimas dos clases y aprobar la tesis, megraduaría en historia por la Universidad de Denver. Mi fascinación por la historia empezó en mi primera clase en primaria. Mientras el profesor describía las travesías marinas de Cristóbal Colón, yo podía imaginarme fácilmente de polizón en uno de sus barcos. Podía sentir la promesa de las velas hinchadas sobre mí y los pinchazos agudos del viento salado. Si hubiera estado allí, habría trepado por elmástil del barco y oteado el horizonte en busca de nuevas tierras. El estudio formal en la universidad siempre me había parecido más mi destino que mi elección. Por desgracia, la guerra me había obligado a posponer mis planes de viajar al extranjero como parte de una expedición académica. A causa de un mundo descarriado, mi camino se extravió entre los escombros de la guerra, y mi viaje con...