Los libros

Páginas: 7 (1583 palabras) Publicado: 5 de mayo de 2013
Los libros
Nani Szeibert

Me permito esta tarde viajar hacia el libro. Para ello recurro a sus textos embebidos de la belleza, el dolor, la ironía, que me permitieron, me permiten y me permitirán, espero, el placer diario de las horas que le quito a la vida, para zambullirme en esa peligrosa fascinación que llamamos literatura. No puedo resistirme a la lectura, ellos (los libros) son losresponsables.
Elijo a Borges, quien profesó durante casi toda su vida el culto a los libros, para que, como Virgilio guió a Dante, me ayude a recorrer el laberinto.

Encuentro en la biblioteca dos breves ensayos, El Libro1 y Del Culto al libro2 y, sin más, de la mano del “hombre-poeta que ama los libros” me encuentro en la antigüedad escuchando las voces de quienes dudan de la palabra escrita.Los maestros de la palabra oral.

Y en estos primeros escalones, apenas traspuesto el umbral a la palabra escrita, leo sobre la puerta una inscripción espantosa3: “Scripta maner verba volat”, que Borges se encarga de aclarar, “No significa que la palabra oral sea efímera, sino que la palabra escrita es algo duradero y muerto”.

En el primer estante, a la derecha, está el Fedro, de Platón.Platón, que describe la palabra oral como algo “alado y sagrado” y la palabra escrita como “esfinges que parecen vivas, pero no contestan una palabra a las preguntas que les hacen”. Platón, que, según Borges, para atenuar o eliminar este inconveniente inventó los Diálogos Platónicos; también, como una manera de consolarse de la muerte de Sócrates.
Sócrates, que no dejó nada escrito y fue un maestrooral como Pitágoras, que se negó deliberadamente a la escritura. Como Cristo, que solo una vez escribió unas palabras en la tierra y no las leyó ningún hombre. Como Buda.

Tal una sentencia, sus ojos perdidos en el universo, dice Borges: “Los antiguos no profesaban el culto a los libros”. Me quedo pensando, quiero hacer un comentario sobre el siglo XXI, pero siento un poco de dolor.

Entroprecedido del buen maestro, y veo en el vestíbulo el castigo de los indiferentes, que pasaron la vida4 preservándose de los libros, cuidándose de ellos, de su “peligrosa fascinación”.

Es Rousseau quien, desde su Emilio, grita a voz en cuello: “…Yo quito los instrumentos de su máxima miseria, a saber, los libros…” El preceptor de Emilio asegura que las lecciones que recibirá su discípulo nuncavendrán de los libros, y confiesa: “Yo odio los libros; no enseñan sino a hablar de lo que no se sabe”.

Descartes, en el prólogo de su Discurso del Método sostiene que es peligroso viajar, que son peligrosos los libros. Hace resonar con su propias palabras: “… el que emplea demasiado tiempo en viajar acaba por tornarse extranjero en su propio país, y el que estudia con demasiada curiosidad loque se hacía en los siglos pasados termina por ignorar lo que ocurre en el presente”.

Una carcajada levanta el polvo que descansa sobre los libros del tercer estante. Borges sonríe, como quien lleva años en el laberinto.

“En una palabra nuestro gentilhombre se enfrascaba de tal modo en la lectura que pasaba sus noches en blanco y los días por entero, y a fuerza de leer, sin casi dormir, sele secó el cerebro, en tal grado que perdió el juicio”5. La voz de Cervantes hizo reinar el silencio.
Rousseau, viendo que el preceptor había concluido la formación de Emilio, se despide. A salvo de los peligros que hubiera significado lo contrario, Emilio parte hacia los libros y los viajes, hacia el epílogo de su educación.
Descartes, descorazonando por lo que encuentra en la biblioteca y enel extranjero, regresa a su estante en un renovado esfuerzo por silenciar a su conciencia a todo lo que no es ella misma. Vuelve a la tarea eterna de escribir, cada día, su Discurso del Método.

Como una máxima flota en el aire una paradoja: El hombre solo puede formarse si viaja y lee, pero para viajar y leer sin peligro debe haber formado su carácter.

Mientras nos alejamos, Montaigne ha...
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