Maat jugamos?
¿Jugamos?
Juan José 'Peco' San Martín
A mis chicas
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Derechos
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Madrid «Marta Ballesteros volaba escaleras abajo. Y si alguien ha visto alguna vez a una madre yendo a buscar a su hijo, sabrá que cuando digo volar, lo digo casi de forma literal. Desde su despacho como secretaria de dirección del Ministerio de Información, había cuatro ascensores para llegar a la planta baja. Sí, cuatro enormes bloques de metal dedicados a transportar gente verticalmente. Otro día podemos hablar de las conversaciones que se viven dentro de uno de esos aparatos. ¿Por qué motivo cuando entramos nos enmudecemos mágicamente? ¿Quién fue el gracioso que decidió incluir un gran espejo en el que nos da vergüenza mirarnos cuando hay más gente y parece puesto ahí para que suframos doblemente? (por nosotros y por nuestra imagen). En cualquier caso, Marta había preferido las escaleras. Digamos que ahí era ella quien controlaba la velocidad... como cuando uno prefiere caminar hasta la siguiente parada en vez de esperar a que llegue el autobús; pensándolo bien, no se gana tiempo, el autobús tardará lo mismo en llegar al destino. Marta era una mujer joven para su puesto (y para volar por las escaleras) y eso era un claro signo de capacidad que todos sus compañeros sabían entender. Pero si su juventud resaltaba en algún momento, era cuando se enteraban de que era madre. Una gran madre. El niño sobre el que giraba toda su vida se llamaba Felipe. Un crío que aunque ese día cumplía cinco años, era a todas luces muy maduro para su edad. Precoz que dicen algunos.Esa mañana, habían quedado en que irían de compras juntos. Marta lo pasaría a buscar por el cole y lo llevaría a diferentes 5
tiendas... de ropa. Creo que esto es más que suficiente para explicar el carácter de Felipe. ¿A qué chavalín de esa edad le gusta ir a comprar ropa? ¡¿Y justamente el día de su cumpleaños?! Pero la cuestión es que Felipe no solamente aceptó la proposición sugerenciadirectiva de su madre, sino que lo hizo con la mejor de las sonrisas. Realmente para él era toda una fiesta, ¡su madre lo iría a buscar al cole! Marta resopló en el rellano de la planta baja y encaró la salida. Había llamado a un taxi que debería estar esperándola en la puerta. Y así fue, ahora había que rezar porque el tráfico fuera benevolente y el taxista... mudo. Bueno, el tema es que finalmente Marta llegó a la puerta del colegio justo a tiempo. Felipe, con su mochila a la espalda, salía por la puerta con toda la expectación del mundo reflejada en sus enormes ojos verdes. Un primor de niño dirían ellas. Se vieron al instante, se acercaron, se besaron, ella lo volvió felicitar (ya lo había hecho al despertarlo por la mañana) y lo abrazó muy fuerte. Naturalmente, reprimió el tirarle de las orejas en público, aunque le hubiese encantado. Se cogieron de la mano y segundos después ya estaban caminando hacia la zona de las tiendas. La idea inicial que habían conversado durante el desayuno era comprar un pantalón y de paso, ver si encontraban algo más que fuera bien a juego. Felipe estaba contento con la idea, pero todavía no sabía que el “algo más” que tenía en mente su madre lo irían a buscar a una juguetería inmensa del centro. La primera parada era el pantalón, con lo que ambos se dirigieron a la pantalonería o como se llamen los sitios que venden pantalones. Para ser exactos, sería una ...
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