Nolose
-¿Prefieres, oh, Sócrates, que nuestra persuasión sea sólo aparente, o bien que quedemos realmente persuadidos de que es en todo casomejor ser justo que injusto?
-Yo preferiría, si en mi mano estuviera -respondí-, convenceros realmente.
-Pues bien -siguió-, lo deseo no se cumple. Porque dime : ¿no crees que existe una clase debienes que aspiramos a poseer no en atención a los efectos que producen, sino apreciándolos por ellos mismos; por ejemplo, la alegría y cuantos placeres, siendo inofensivos, no producen ningunaconsecuencia duradera, sino únicamente el goce de quien los posee ?
-Sí -respondí-, creo en la existencia de esos bienes.
-¿Y qué? ¿No hay otros que apreciamos tanto en gracia a ellos mismos como enconsideración a sus resultados; por ejemplo, la inteligencia, la vista o la salud? Porque en mi opinión son estas dos razones las que hacen que estimemos tales bienes.
-Sí -asentí.
-Y, porúltimo -concluyó-, ¿no sabes que existe una tercera especie de bienes, entre los que figuran la gimnástica, el ser curado estando enfermo y el ejercicio de la medicina o cualquiera otra profesión lucrativa?De todas estas cosas podemos decir que son penosas, pero nos benefician, y no nos avendríamos a poseerlas en atención a ellas mismas, sino únicamente por las ganancias a otras ventajas que resultande ellas.
-En efecto -dije-, también existe esta tercera especie. Pero ¿a qué viene esto?
-¿En cuál de estas clases -preguntó- incluyes la justicia?
-Yo creo -respondí- que en la mejor deellas: en la de las cosas que, si se quiere ser feliz, hay que amar tanto por sí mismas como por lo que de ellas resulta.
-Pues no es ése -dijo- el parecer del vulgo, que la clasifica en el género...
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