Nolose

Érase una vez una chica colgada de dos cadenas fuertemente agarradas a sus muñecas. Ese par de cadenas la mantenía de pie desde la tierna edad de los tres años, cuando se dio cuenta de que nopodía mantenerse erguida por ella misma.

Así viví esta chica, feliz porque podía estar de pie ayudada por sus cadenas y no caer al abismo que le suponía el suelo.

Sin embargo, cuandollevaba 12 años de su vida compartidos con sus compañeras de hierro, la chica sintió un fuerte tirón de su muñeca derecha: uno de los eslabones de su querida cadena se estaba rompiendo. Ella no le diodemasida importancia, porque, ¿cómo iban a separarse de ella sus amigas, esas que siempre han estado sujetándola?
A la mañana siguiente, una desesperación desmesurada se apoderó de su cuerpopues, no solo su cadena derecha se estaba rompiendo, sino que su compañera de la izquierda de estaba oxidando a una velocidad alarmante. Asustada, la chica pasó un tiempo cuidando la cadena derecha,a la que imaginaba de porcelana, pero sin descuidar en absoluto a la cadena izquierda, cuyo material se empeñaba en creer que era el cristal más fino. Desgraciadamente, sus esfuerzos no dieronresultados y su soporte derecho, ese que fue el primero en decidir que no seguiría con ella, la dejó definitivamente, dejando tan solo una argolla en su muñeca que le acarreaba un gran peso.Muchasotras cadenas intentaron sujetarla desde muy, muy lejos. Y aunque ella se sentía enormemente agradecida por ese gesto y las quería muchísimo y les tendiera su mano derecha, las cadenasextrangeras no alcanzaban a enganchar y sujetar su peso.

La chica se pasaba el día mirando el suelo, que se le antojaba ahora un lejano y oscuro agujero negro, aguardando el momento en el que la finacadena oxidada que mantenia su mano izquierda elevada, se quebrara y la dejara caer.

Y aunque se quedó acompañándola un poco más, la cadena izquierda acabó rompiéndose. Y nuestra chica cayó.