Néctar y Veneno

Néctar y Veneno
Por Norma Osnajanski *

Lo demoníaco como guía para no hundirse en un mar de visualizaciones, afirmaciones positivas y programaciones mentales
Debo confesarlo: últimamente, cada vez que algunas personas me recitan: “Somos seres de luz”…, yo entro en cortocircuito. Si lanzo una maldición y alguien me enrostra con suave voz un pensamiento positivo…, negras ideas comienzan apoblar mi mente. Leo que hay talleres y libros sobre ángeles, y distraídamente me encuentro tarareando “estoy hecha un demonio”. Ojalá que no se malinterprete lo anterior. Como tantas personas en búsqueda, yo también he tenido y tengo la posibilidad –y la dicha- de experimentar la luz, de vislumbrar algún ángel, de advertir la trampa de alguna creencia y poder reemplazarla por su opuesto (como diríaLouise Hay: no es más que una idea, y las ideas pueden cambiarse). Sin embargo, ¿cómo no desconfiar de cierta omnipotencia disfrazada de visualizaciones y afirmaciones positivas? ¿De dónde salen algunas “psicoterapias” y cursos basados exclusivamente en milagros, perdones y rápidos trámites espirituales? ¿quién me alcanza un vasito con agua para cortar el empalago de tantos buenos pensamientos yvoluntarismo mental? Aunque sé de las virtudes de todos estos recursos, conozco también los riesgos que entraña convertir posibilidades en dogmas, autoconocimiento en iluminación. O lo que es lo mismo: intento recordar nuestra humana tendencia a tomar la parte por el todo, olvidando tamaña obviedad como que la luz no existiría sin la oscuridad, lo positivo sin lo negativo, ni los ángeles sin losdemonios. Fue el inmenso Rilke quien dijo: “Si mis demonios me abandonan, temo que mis ángeles también se marchen”. Esto sucedió en 1914, lejos aún del control mental y otros suburbios de la New Age. Hoy parecería más necesario que entonces recordarlo, revisitar las esferas demoníacas que los primeros griegos tan bien conocían. Para Platón, el mismísimo Eros era un demonio, un puente entre lo humanoy lo divino. Específicamente, el concepto griego de daimon comprendía la creatividad del poeta y del artista, así como la del maestro ético y religioso. Ese es el poder de contagio que posee el que ama, recuerda Rollo May en su obra Amor y Voluntad, que fue escrita hace un cuarto de siglo y que no obstante, mantiene inocultable vigencia.

Según la definición de May lo demoníaco no es unaentidad ajena a nosotros, una figurita roja con cuernos y tridente, sino “toda aquella función natural que tiene el poder de arrebatar a la persona completamente”. Una función fundamental, arquetípica, de la experiencia humana. Y da como ejemplos al sexo y al eros, la codicia del poder, la cólera y la furia. Explicablemente, no nos gusta descubrir que en nuestra existencia operan algunas de estasfuerzas. Marcados a fuego por la dualidad bueno/malo (que arranca en la época helenística, se afianza con la visión judeocristiana, echa raíces con las inquisiciones medievales y no decae hasta la actualidad), los occidentales pretendemos por diversos e ingeniosos medios que “lo malo” no nos constituya. En este afán de “no salir movidos en la foto”, de ser los buenos de la película, hemos apelado atodo: desde los mandamientos hasta el uso maniqueo de las afirmaciones positivas. Entre tanto, se nos ha ido quedando por el camino la vieja verdad freudiana que ni el más alternativo de los Nueva Era podría ignorar: lo reprimido irrumpirá en alguna forma, lo no expresado buscará hacerse presente. Y hay algo más, aún: si – como creían los griegos y saben los artistas – en la impetuosidad irracional delo demoníaco radica buena parte de nuestra energía y capacidad creadora, entonces negarlo no nos acarreará la felicidad eterna sino ese falso nirvana al que Rollo May llama apatía, y que Fritz Perls supo definir metafóricamente como “cara de poker”. Un estado de vitalidad mediocre, en el que por cierto no sufrimos hondamente, pero a costa de no saber, tampoco, cómo disfrutar en plenitud. ¿Si no...