Para Leer La Politica
Lastimosamente, los conceptos importados no sufren las modificaciones que exigirían su traslado a medios distintos. Es lo que sucede con las categorías conceptuales de comunidades imaginadas, sociabilidades, e incluso expresiones comomiedo al pueblo se reiteran sin cesar. Más que la adaptación o reelaboración de estos conceptos, se trata del uso de un vocabulario de moda que no alcanza a renovar, como se esperaría, la visión liberal de la historia política de Colombia.
De la lectura de los ensayos de González se palpa la necesidad que tiene la historia nacional de crear conceptos propios o de llenar de contenidos nacionaleslos importados. En nuestro caso, por ejemplo, no resulta convincente que las elites colombianas hayan padecido del miedo al pueblo. Más bien, lo que advierte el lector, abstrayéndose de la lectura, es desprecio e irrespeto por él y por todo lo que tenga que ver con lo popular. En Colombia, el pueblo ha sido ignorado y excluido desde siempre. Otra concepción de pueblo por parte de las elitesnacionales y regionales, civiles y militares, hubiese permitido trazar correctivos. La historia de las luchas populares en Colombia no ha merecido de parte de las elites la más mínima consideración, no han sido muestra de peligrosidad e inestabilidad para el establecimiento. Es posible que para los altos dirigentes, Colombia tenga poco que decir en este sentido en comparación con los ejemplos universalesde rebeldía popular en donde el miedo al pueblo generó los correctivos necesarios que redundaron en la integración de lo popular a la sociedad. Justamente, el no miedo al pueblo ha hecho que en el país se volvieran corrientes, recurrentes y hasta necesarias las vías de hecho, las únicas posibles no sólo para la conquista, sino también para la defensa de reivindicaciones elementales en todas lossegmentos de la sociedad, incluso en el académico.
El trabajo de González tiene, además, otro problema: el de buscar, rápidamente y con vértigo, las causas del presente en el pasado sacrificando así la profundidad que éste se merece y exige para ser comprendido. El autor, víctima de esa manía, justa por cierto, que produjo la nueva historiografía del siglo XX en el sentido de buscar en el pasadoel origen de nuestros males, cae en la trampa de hacer una historia del siglo XX creyendo estar haciendo la del XIX. Con los interrogantes contemporáneos del autor, la dinámica de la historia del siglo XIX se pierde en el afán de encontrar allá las causas de la exclusión, del no reconocimiento del otro, de la eliminación del adversario, de la intolerancia y del fracaso de la construcción de unEstado moderno e incluso de la nación colombiana, problemas que preocupan y orientan a los investigadores del Cinep comprometidos con el presente. No es del XIX hacia atrás que se interroga al siglo XIX, sino del XX hacia al XIX. Empero, la culpa de este curioso y justificado método no es ni del autor ni del Cinep, sino del poco desarrollo de la historiografía política colombiana, en particular ladel XIX.
Otro problema de la obra de González es la imprecisión de sus fuentes historiográficas. Le basta la mención del año de publicación del libro en el que se está basando su argumentación, dejando por sentado que se trata de su primera edición. Este error se da, para mencionar un caso, en el Bolívar de Indalecio Liévano, cuya edición citada es la de 1981, ignorándose la primera de 1971....
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