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El sexenio cardenista había presenciado el fin del maximato de Plutarco E. Calles y de la oligarquíacallista, y también fue testigo de la conformación de un régimen político presidencialista, de facto y no sólo de iure; régimen en el que el presidente detentaba un poder absoluto einstrumentaba un partido oficial, el PRM, que con su estructura sectorial posibilitaba la centralización, unificación, control y manipulación de las diferentes clases sociales y grupospolíticos mexicanos.
Este régimen político cardenista posibilitó la realización de una amplia e intensa reforma agraria basada fundamentalmente en el im- pulso al ejido colectivo, y asimismo dióun gran impulso a la industria nacional en medio de una política antiimperialista que encontró su punto de culminación en la nacionalización del petróleo el 18 de marzo de 1938. Todo estose vió cubierto por una ideología socialista y antiimperialista propagada profusamente y expresada también en el intento de imponer una educación socialista oficial.
A nivelintelectual, empero, no es posible hablar en estos años de la hegemonía marxista. Antonio Caso, la primera figura de la filosofía mexicana de entonces, había bloqueado decididamente los intentos deVicente Lombardo Toledano de copar la Universidad Nacional para el marxismo, y Samuel Ramos escribiría El perfil del hombre y la cultura en México,oponiéndose a la importación servil dedoctrinas foráneas.1 Hubo, claro está, personajes de la talla de Narciso Bassols, pero todo estuvo muy lejos de cualquier sueño de hegemonía marxista en los círculos intelectuales.
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