Todos santos: día de muertos
Octavio Paz, “El laberinto de la Soledad”, México 2005, Ed. FCE, p.p: 51 - 71
El desprecio a la muerte no está reñido con el culto que le profesamos. Ella estápresente en nuestras fiestas, en nuestros juegos, en nuestros amores y en nuestros pensamientos.
Morir y matar son ideas que pocas veces nos abandonan. La muerte nos seduce. La fascinación queejerce sobre nosotros quizá brote de nuestro hermetismo y de la furia con que lo rompemos.
La presión de nuestra vitalidad, constreñida a expresarse en formas que la traicionan, explica el caráctermortal, agresivo o suicida, de nuestras explicaciones.
Cuando estallamos (de odio, tristeza, felicidad, enojo…), además tocamos el punto más alto de la tensión, rozamos el vértice vibrante de la vida.“Somos un pueblo ritual”, beneficiando a nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad.
Siendo el arte de la fiesta envilecido en casi todas partes, conservándose intacto entre nosotros. Concolores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos.
Durante esta fiesta, el tiemposuspende su carrera, hace un alto y en lugar de empujarnos hacia un mañana siempre inalcanzable y mentiroso, nos ofrece un presente redondo y perfecto, de danza y juerga, de comunión y comilona con lo másantiguo y secreto de México.
Dejando el tiempo su sucesión para volver a ser lo que fue siendo “un presente donde pasado y futuro al fin se reconcilian”.
Las fiestas son nuestro único lujo,dándose ocasión de revelarse y dialogar con la divinidad, la patria, los amigos o los parientes, descargando su alma. Y su grito sube hasta el cielo, estalla en una explosión, cayendo vertiginoso dejandouna cauda de melancolía, desahogo o alegría, queriendo sobrepasar y saltar el muro de la soledad que el resto del año lo incomunica.
En ocasiones, es cierto, la alegría acaba mal; hay riñas,...
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