Tres muertes

Páginas: 21 (5131 palabras) Publicado: 24 de mayo de 2011
T R E S L E Ó N

M U E R T E S T O L S T O I

TRES

MUERTES

Era en otoño. Por la gran carretera rodaban a trote largo dos carruajes. En el primero viajaban dos mujeres. Una era el ama: pálida, enferma. La otra, su criada: gorda y de sanos colores. Con la mano rolliza enfundada en un guante agujereado trataba de arreglar los cabellos cortos y lacios que salían debajo de su sombrerodesteñido; su pecho erguido, envuelto en una manteleta, respiraba salud; sus vivaces ojos negros contemplaban unas veces, a través de los vidrios, los campos en fuga, y otras miraban a la dama tímidamente o se volvían con inquietud hacia el fondo del coche. El sombrero de la dama se balanceaba, colgado de un costado del coche, frente a la sirvienta, que llevaba un perrito faldero en su regazo. Los piesde ésta descansaban sobre varios estuches esparcidos en el fondo del vehículo, y chocaban a cada sacudida, a compás con
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TOLSTOI

el ruido de los muelles y la trepidación de los vidrios. La clama se mecía débilmente reclinada entre los cojines, con los ojos cerrados y las manos puestas en las rodillas. Fruncía las cejas y de cuando en cuando tosía. Estaba tocada con una cofia deviaje, y en el cuello blanco y delicado llevaba enredado un pañolón azul. Una raya perfectamente recta dividía debajo de la corta sus cabellos rubios extremadamente lisos y ungidos de pomada: había no sé qué sequedad extraña en la blancura de esa raya. La tez ajada y amarillenta hab1a aprisionado en su flojedad las delicadas facciones: sólo las mejillas y los pómulos mostraban suaves toques decarmín. Tenía los labios resecos e inquietos; las pestañas ralas y tiesas. Y sobre el pecho hundido caía en pliegues rectos la bata de viaje. Su rostro revelaba, a pesar de tener los ojos cerrados, cansancio, exasperación y prolongado sufrimiento. El lacayo, apoyándose en el respaldo, cabeceaba en el pescante. A su lado, el cochero gritaba y fustigaba a los caballos, y volvía de cuando en cuando la carahacia el otro coche.

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Paralelamente se extendían anchos y veloces, sobre el lodo calizo, los surcos de las ruedas. El ciclo estaba gris y frío. La neblina, húmeda y penetrante, arropaba campos y camino. En el carruaje de la dama se respiraba un ambiente asfixiante, cargado de olor a agua de colonia y polvo de camino. La enferma, sobresaltada, echó de pronto la cabezahacía atrás, y abrió pausadamente sus dos grandes ojos negros, singularmente iluminados por la fiebre. -¿Todavía no? -exclamó nerviosamente, y apartó con su mano delgada y preciosa el borde la manta de la sirvienta, que, por descuido, al caer había rozado su pie. Matriocha recogió enseguida con ambas manos la manta; se levantó un poco sobre sus recios pies y fue a sentarse más lejos, sonrojada. Losbellísimos ojos negros de la enferma seguían con ansia los movimientos de la criada. De pronto, se agarró del asiento con ambas manos e intentó incorporarse; pero sus fuerzas la traicionaban. Su boca se contrajo y se le desfiguró la cara con la expresión de una impotente ironía. -Sí tú me ayudaras... pero no, gracias, no he menester de tu ayuda, yo sola puedo hacerlo! únicamente te suplico que nopongas detrás de mí
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ninguno de esos bultos... más vale que no los muevas si no sabes hacer nada. Cerró los ojos por unos instantes, luego volvió a mover pesadamente los párpados y miró, furibunda, a la criada. Matriocha, muy confundida, se mordió los encendidos labios. La enferma exhaló un suspiro, un suspiro que terminó en un acceso de tos; se revolvía toda y luegopermaneció largo rato oprimiéndose el pecho con las manos. Pasado el acceso, cerró nuevamente los ojos y continuó sentada, inmóvil. Los dos carruajes, uno tras otro, entraron en una aldea. Matriocha sacó su mano rechoncha por debajo de la manteleta y se santiguó. -¿Qué pasa? -inquirió la señora. -¡Una posta, niña! -Pero, ¿por qué te persignas? -¡Una iglesia, niña! La paciente se asomó por la...
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