Anna freud

Páginas: 34 (8448 palabras) Publicado: 9 de diciembre de 2011
En la década del '40, en su libro La guerra y los niños [2], ya era del parecer que el acto de educar era mucho más que transmitir contenidos referenciales, era también y ante todo, la posibilidad de civilizar la pulsión: "desviar la agresividad natural del niño, es uno de los fines reconocidos de la educación, la cual debe esforzarse, en los primeros años de vida del infante, en cambiar laactitud del mismo en relación a sus propios impulsos. El deseo de hacer daño a los demás, y más tarde, la necesidad de destruir objetos, van transformándose paulatinamente [...] Una educación inteligente tenderá a desviar estos impulsos agresivos de su propósito inicial, encauzándolos hacia el bien; se fomentará la lucha contra las dificultades del mundo exterior... y en general, toda obra de ‘bien’ enoposición al impulso primitivo de hacer el ‘mal’" ... "el niño es un pequeño salvaje, y preténdese de él que, llegado a la edad escolar, sea más o menos civilizado".
No debe sorprender entonces, que en ese mismo libro, que había escrito junto a Dorothy Burlingham, y que trata acerca de los efectos sobre los niños de los bombardeos a Londres en la Segunda Guerra Mundial, haya escandalizado con lasiguiente afirmación: "el niño debe ser alejado de los horrores primitivos de la guerra no porque la muerte y las atrocidades sean extrañas a su naturaleza, sino por todo lo contrario".
El famoso libro El señor de las moscas, escrito por un educador inglés en la década del ‘50, William Gerald Golding, no habría sido ajeno a su influencia. Allí aparece el aparente salvajismo natural del niño, quesin el influjo de la educación, se pierde por los caminos de la violencia más temible, la muerte y la destrucción. La historia es sencilla: un grupo de niños de una formal escuela inglesa, con sus prolijos uniformes, quedan librados a su propia fortuna en una isla desierta del Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial, sin ningún adulto que los guíe. Progresivamente quedan reducidos al máscrudo salvajismo, matando a aquellos que representan la civilización y que intentan establecer mínimos marcos de ordenamiento en base a lo aprendido en el mundo de sus mayores.
En la misma línea, Anna escribe en uno de sus libros dirigido a educadores: "...el niño es insoportablemente inescrupuloso y egoísta; no le preocupa sino imponer su propia voluntad y satisfacer sus deseos; le es en absolutoindiferente que otros sufran o no por ello. Es sucio y repugnante; no vacila en tocar y aun en llevar a la boca las cosas más nauseabundas. Es desvergonzado con su propio cuerpo, y todo cuanto los demás tratan de ocultar a su vista, despierta su curiosidad. Es voraz y goloso. Es cruel con todos los seres vivos más débiles que él, y lo impulsa un afán de destruir todo objeto inerte..." [3]. Allítambién dice: "Bajo el peso de la educación ha sufrido grave angustia y se ha sometido a tremendas modificaciones (...) de un ser casi animal, falto de independencia y poco menos que insoportable para quienes lo rodean, se ha trocado en un ser humano más o menos sensato" [4].
Ahora bien, lo que Anna no alcanzó a advertir, es hasta qué punto ese caldero pulsional arma su montaje desde una estructurade lenguaje, con la paradoja que eso significa. Por y en ese lenguaje, que es el sinónimo mismo de la civilización, lo pulsional alcanza a inscribirse y, al mismo tiempo, por y en ese lenguaje la civilización exige la renuncia pulsional. La falla es consustancial a la ley. En esa falla paradojal, encuentra su anclaje la ética pulsional del superyó. En sentido estricto, adolescemos de una fallaestructural e incurable; aunque esto no quiere decir que no haya lugar tanto para la educación como para la cura analítica. En pocas palabras, la cultura es la condición del bienestar, al ofrecer normas e ideales que regulan la vida entre los hombres y los sexos, pero también la condición del malestar.
Ni siquiera el orden doméstico de los Freud se libró de esa doble incidencia. Y quienes nos han...
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