ines del alma mia

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Allá sería la Inés, costurera de la calle del Acueducto. Aquí soy doña Inés Suárez, señora muy principal, viuda del excelentísimo gobernador don Rodrigo de Quiroga, conquistadora y fundadora del Reino de Chile.
Por lo menos setenta años tengo, como dije, y bien vividos,
Rodrigo iba a cumplir su deseo de morir como soldado en el bochinche del combate y no echado comoanciano entre las sábanas de su lecho. La verdadera
razón de partir solo era que no deseaba darme el triste espectáculo de su enfermedad, prefería ser recordado a caballo, al mando de sus bravos, combatiendo en la región sagrada al sur del río Bío-Bío.  Me lo trajeron de vuelta, muy enfermo, en un improvisado palanquín; la ponzoña del tumor había invadido su cuerpo. Murió en esta casa, en mis brazos,una tarde caliente de verano. valiente soldado de España, adelantado, conquistador y dos veces gobernador del Reino de Chile, 
Isabel
Nací en Plasencia, en el norte de Extremadura, ciudad fronteriza, guerrera y religiosa. La casa de mi abuelo, donde me crié.  Recuerdo las procesiones porque en una de ellas conocí a Juan, el hombre que habría de ser mi primer marido. Yo no tenía novio porque miabuelo había decidido que me quedaría soltera para cuidarlo en sus últimos años, en penitencia por haber nacido en vez del nieto varón que él deseaba.Carecía de medios para dos dotes, y determinó que Asunción tendría más oportunidades que yo de hacer una alianza
conveniente, pues poseía esa belleza pálida y opulenta que los hombres prefieren, y era obediente; en cambio yo era puro hueso y músculoy, además, terca como mula. era muy hábil con las manos, en Plasencia y sus alrededores no había quien cosiera y bordara con más prolijidad que yo. quel día de Semana Santa, lejos de obedecer a mi madre, me eché hacia atrás la mantilla y sonreí al desconocido. Así comenzaron mis amores con Juan de malaga, oriundo de Málaga. Juan era uno de esos hombres guapos y alegres al que ninguna mujer seresiste al principio pero que después desea que se lo hubiera llevado otra, porque causan mucho sufrimiento. su mente estaba fija en el horizonte y en el mañana, siempre insatisfecha. Mientras yo bordaba y cosía
desde la madrugada hasta la medianoche, ahorrando para casarnos, los días de Juan transcurrían en tabernas y plazas, seduciendo a doncellas y meretrices.  A veces se perdía por semanas,incluso meses, y regresaba sin dar explicaciones. ¿Adónde iba? Nunca lo dijo. En ausencia de Juan se me enfriaba la pasión, se me calentaba la ira y decidía expulsarlo de mi vida; pero tan pronto reaparecía con una excusa leve y sus sabias manos de buen amante, volvía a someterme. El primer año se nos fue sin fijar la fecha para la boda, el segundo y el tercero también. Para entonces mi reputaciónandaba por el suelo, porque la gente comentaba
que hacíamos cochinadas detrás de las puertas. Nos casamos un luminoso martes de septiembre. Después de la boda, Juan me llevó a Málaga, donde nos instalamos en un cuarto de alquiler. (isabel) Con tal que me dé hijos, lo demás no me importa. Estaba acostumbrada a trabajar de sol a sol y no faltaban clientas para mis costuras y bordados. Además,preparaba pasteles de masa, rellenos de carne y cebolla, los cocinaba en los hornos públicos del molino y los vendía al amanecer en la plaza Mayor. n la medida en que yo le
exigía más y le perdonaba menos, se fue alejando. Al final, casi no le hablaba, y él lo hacía sólo a gritos, pero no se atrevía a golpearme, porque en la única ocasión en que me levantó el puño le di con una sartén de hierro en lacabeza, tal como había hecho mi abuela con mi abuelo y después mi madre con mi padre. 
pero el hierro estaba caliente y le dejó una marca en la frente. Para un hombre tan presumido como él, esa insignificante quemadura resultó una tragedia, pero sirvió para que me respetara. El sartenazo puso término a sus amenazas, pero admito que no contribuyó a mejorar nuestra relación; cada vez que se palpaba...