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Sube y Baja
Aquí me encuentro yo, un exitoso pianista terminando de concluir un concierto en la ciudad que nunca duerme, con ansias de salir del teatro y dirigirme a conocer la ciudad de losrascacielos que tocan las nubes, los mágicos hoteles de dioses, los tentadores bares y porque no escuchar un pococ de jazz o clues en algún lugar de los suburbios. Justo antes de comenzar el tercermovimiento recordé la recomendación que me había hacho mi buen amigo Esteban –un excelente organista y clavelista por cierto- de visitar el bar Barenboin en la calle Gustav Mahler, un dia que paseábamos por lacalurosa ciudad de la furia.
Solo me falta un par de acordes y contratiempos para terminar este concierto que me hizo sufrir esta vez Mozart por cierto. Por fin termino en un sol sostenido menor conséptima, saludo al publico eufórico y me dirijo a los camerinos para sacarme el smoking que empezaba a incomodar. Mientras llegaba mi camerino suspire; Pfff; este calor no lo sentía desde misprimeros conciertillos apenas cuando era un niño, allá en mi barrio, cuando sacaba el piano de pared a la vereda y se acercaban los vecinos a escuchar mis tarantelas y yo con los nervios de punta, pero a lavez feliz porque mi a abuela al terminar me daría un trozo de la torta de algodón que cuidadosamente estaba cocinada a baño María y seguramente acompañada de esa bebida tibia y dulce como el elixir dela vida.
Este smoking me hizo sufrir pero ya salió gracias a Dios. Parare un taxi en la callle y me dirigiré al bar Barenboin que tanto estuve masticando durante todo el concierto. Antes de bajarmedel taxi veo el luminoso cartel del bar, con luces de neón , lo que le daba una onda retro.
Un poco hambriento pido una típica pizza norte-americana con una buena cerveza alemana; mientras terminabala pizza, arriba al bar una banda de jazz querida por la gente, al parecer por el recibimiento.
Mientras los músicos se reparaban desplazan un piano rojo, muy inusual color para un piano de pared...