Memorias de Pérez Galdós

Páginas: 205 (51226 palabras) Publicado: 27 de diciembre de 2014
Benito Pérez Galdós

Memorias de un cortesano de 1815

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Benito Pérez Galdós

Memorias de un cortesano de 1815
-I, del Hijo y del Espíritu Santo, doy principio a la historia de una parte muy principal de mi
vida; quiero decir que empiezo a narrar la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes, por
loscuales pasé en poco tiempo, desde el más oscuro antro de las regias covachuelas, a
calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla.
Abran los oídos y escuchen y entiendan cómo un varón listo y honrado podía medrar y
sublimarse por la sola virtud de sus merecimientos, sin sentar el pie en los tortuosos
caminos de la intriga, ni halagar lisonjero las orejas de los grandes con la música dela
adulación, ni poner tarifa a su conciencia o vil tasa a su honor, cual suelen hacer los
menguados ambiciosillos [6] del día, después que las sanas costumbres, la modestia, la
sobriedad y la cristiana mansedumbre han huido avergonzadas del mundo, y son tan
míseros de virtud los tiempos, que no se encuentra un hombre de bien aunque den por él
medio millón de pícaros vividores.
¡Bendito seaDios, padre de los menesterosos, sustento de los débiles, proveedor de los
hambrientos, aposentador de los desamparados, amparo de los desnudos, alivio de todos los
pobrecitos que quieren ganarse la vida, y despensero de las hormigas, de los pájaros y de
los pretendientes!... ¡Bendito sea Dios, digo, que me ha conservado mis sueldos, gajes,
pensiones, viáticos, emolumentos y obvenciones, paraque desahogadamente y sin
importunos cuidados pueda contar todos los pasos de mi fabulosa carrera! ¡Oh! ¿Por qué he
de ocultarlo? Carrera como la mía no la hicieron más de cuatro, desde que brotó en la
fecunda tierra el tallo de los empleos públicos y abrieron sus polvorientas corolas de papel
los expedientes de Arbitrios, Propios, Tercias reales, Noveno, Pósitos, Paja y Utensilios,
Frutosciviles, Mandas, Renta de la Abuela, Chapín de la Reina y demás yerbas que
componían el placentero jardín de la Administración.
Verdad es que si a grandes altitudes llegué, [7] buenos porrazos recibí en aquella bendita
escala, luchando y desgreñándome a machaca-liendres con los que querían subir antes que
yo; si mucho y rápidamente subí, agarreme también a buenos faldones. Y no se diga quemanchan mi vida, como la de otros muy lucidos en sus carreras, acciones feas y
vergonzosas. Eso no; que antes que nada es la inmaculada blancura de mi alma cristiana.
Dios es testigo de que jamás metí la mano en bolsillo ajeno... ¡Jesús, qué horror! Antes me
habría dejado tostar en parrillas que tomar de las arcas del Tesoro un ochavo de los que allí
estaban, conforme a los libros de cuenta yrazón... ¡Huye, Luzbel maldito! Vade retro!...
Detesto las violentas acciones, mayormente cuando al varón allegador y celoso de su propio
bien, no faltan mil ingeniosos arbitrios, sutilezas prudentes y habilísimas industrias para

remediar sus escaseces. No fui yo el inventor de tales alivios; que los aprendí de maestros
muy doctos, cargados de emolumentos, veneras, excelencias, y que pasaban porlas más
firmes columnas del Estado y de la Iglesia, de lo cual colijo que las sobredichas
ingeniosidades no debían de ser pecaminosas. Y no digo más por ahora, que a su tiempo y
sazón se verán palmariamente las agudezas de mi ingenio, y el filósofo [8] así como el
moralista, no podrán menos de aprobarlas.
«¿Y quién es Vd.?...» -preguntarán seguramente los que me leen. -Yo soy aquel-respondoque en los primeros años de su vida administrativa se llamaba Juan Bragas, nombre que a
decir verdad no se distingue por su música, ni tiene saborcillo de elegancia, ni sonsonete o
cancamurria de nobleza; así es, que no bien comencé a sacar el pie del lodo, añadí al
apellido de mis padres el lugar de mi nacimiento, por lo cual, siendo este Pipaón en Rioja
de Álava, vine a llamarme D. Juan...
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