Milan kundera

Páginas: 122 (30308 palabras) Publicado: 18 de junio de 2011
LA LENTITUD

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colección andanzas

Título original: La Lentitud
I.* edición: febrero 1995
© Milan Kundera, 1995
© de la traducción: Beatriz de Moura. 1995
Diseño de la colección: Guillermo Navares
Reservados todos los derechos de esta edición para
Tusquets Editores, S.A. - Iradier, 24, bajos - 08017 Barcelona
ISBN: 84-7223-855-5
Depósito legal: B. 476-1995
Fotocomposición:Foinsa - Passatge Gaiolá, 13-15 - 08013 Barcelona
Impreso sobre papel Offset-F Crudo de Leizarán, S.A. - Guipúzcoa
Libergraf, S.L - Constitución, 19 - 08014 Barcelona
Impreso en España

MILÁN KUNDERA

LA LENTITUD
Traducido del francés por Beatriz de Moura

1
Se nos antojó pasar la tarde y la noche en un castillo. En Francia, muchos se han con-vertido enhoteles: un espacio perdido de ver-dor en una extensión de fealdad sin verdor; una parcela de alamedas, árboles y pájaros en medio de una inmensa red de carreteras. Voy conduciendo y, por el retrovisor, observo un coche que me sigue. El intermitente izquierdo parpadea y todo el coche emite ondas de im-paciencia. El conductor espera la ocasión para adelantarme; aguarda ese momento como un ave derapiña acecha un ruiseñor.
Vera, mi mujer, me dice: «Cada cincuenta minutos muere un hombre en las carreteras de Francia. Mira todos esos locos que conducen a nuestro alrededor. Son los mismos que se muestran extraordinariamente cautos cuando asisten en plena calle al atraco de una viejecita.
¿Cómo es que no tienen miedo cuando van al volante?».
¿Qué contestar? Tal vez lo siguiente: el hombreencorvado encima de su moto no puede concentrarse sino en el instante pre-sente de su vuelo; se aferra a un fragmento de tiempo desgajado del pasado y del porvenir; ha sido arrancado a la continuidad del tiempo; está fuera del tiempo; dicho de otra mane-ra, está en estado de éxtasis; en este estado, no sabe nada de su edad, nada de su mujer, nada de sus hijos, nada de sus preocupaciones y, por lotanto, no tiene miedo, porque la fuente del miedo está en el porvenir, y el que se libera del porvenir no tiene nada que temer.
La velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha brindado al hombre. Contrariamente al que va en moto, el que corre a pie está siempre presente en su cuerpo, permanentemente obligado a pensar en sus ampollas, en su jadeo; cuando corre siente su peso, suedad, consciente más que nunca de sí mismo y del tiempo de su vida. Todo cambia cuando el hombre delega la facultad de ser ve-loz a una máquina: a partir de entonces, su propio cuerpo queda fuera de juego y se en-trega a una velocidad que es incorporal, inmaterial, pura velocidad, velocidad en sí mis-ma, velocidad éxtasis.
Curiosa alianza: la fría impersonalidad de la técnica y el fuego del éxtasis.Recuerdo una norteamericana, a la vez ceñuda y entusiasta, especie de apparatchik del erotismo, que hace treinta años me dio una lección (gélidamente teórica) sobre la liberación sexual; la palabra más recurrente en su discurso era la palabra «orgasmo»; conté las veces: cuarenta y tres. El culto al orgasmo: el utilitarismo puritano pro-yectado en la vida sexual; la eficacia contra la ociosidad; lareducción del coito a un obstá-culo que hay que superar lo más rápidamente posible para alcanzar una explosión extática, única meta verdadera del amor y del universo.
¿Por qué habrá desaparecido el placer de la lentitud? Ay, ¿dónde estarán los paseantes de antaño? ¿Dónde estarán esos héroes holgaza-nes de las canciones populares, esos vagabun-dos que vagan de molino en molino y duer-men al raso?¿Habrán desaparecido con los caminos rurales, los prados y los claros, junto con la naturaleza? Un proverbio checo define la dulce ociosidad mediante una metáfora: contemplar las ventanas de Dios. Los que con-templan las ventanas de Dios no se aburren; son felices. En nuestro mundo, la ociosidad se ha convertido en desocupación, lo cual es muy distinto: el desocupado está frustrado, se abu-rre,...
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