MARCELA PAZ – PAPELUCHO Y EL MARCIANO 12 Había mucha gente en la calle y todos contaban a un tiempo lo que estaban haciendo en el momento del sacudón. No sé para qué explicaba doña Rosa, cuando todavía tenía la pollera arremangada... La vecina de enfrente se abrazaba a un inmenso reloj. -Siempre salvo mi reloj -decía- para saber la hora del temblor. -Yo salvé mi radio -decía la Rudecinda con carade premiada. Todos eran amigos y el único rabioso era el papá por su cototo. Es lo bueno de los temblores porque se acaban las peleas, los retos, los castigos. Entramos otra vez en la casa y ahí estaba la crema. Había terrones y yeso en todo el suelo, revuelto con peras y pedazos de fuente. Los cuadros chuecos en la muralla lo mareaban a uno más que las lámparas. Una voz decía: -Noticia de últimominuto: la agencia Taft de Nueva York anuncia un temblor en la región central de Chile. Era la radio que había quedado funcionando con sus noticias atrasadas, como siempre. Subí corriendo a mi cuarto antes de que llegara la mamá a ordenar. Quería ver mis ruinas propias y aproveché de quebrar lo que olvidó el temblor y que era ese florero cargante que siempre amenazaba de caer y que jamás cumpliósu palabra. Mi cuarto estaba choro. Tenía tres hoyos electrónicos: uno en el techo con vista a los satélites, uno en la muralla con vista a los vecinos y otro en un rincón con vista a las cuevas de los ratones nocturnos. En cuatro patas me metí por él y recorrí ese mundo desconocido. Era supersónico. Oscuro y misterioso con olor propio y lleno de esas cosas que a uno le prohiben guardar: pedazosde pan duro, papeles molidos, suelas de zapato antiguas, algodones plomos y clavos y pulseras. Era una mina de esas que uno necesita tener y donde encuentra siempre lo que le hace falta. Lo único malo es que mi entrada asustó a los ratones y partieron galopando a esconderse en un hoyo donde yo no cabía. Los pobrecitos creían que yo era un enemigo. Ahí vendría yo a echarles más tarde comida y mástesoros para su mina. Pobres ratoncitos que la gente los obliga a vivir escondiéndose. Y también los obliga a ser ladrones... Si nadie les da comida ¿de qué quieren que vivan? Eso me dio la idea de hacerles un supermercado propio, con de todo. ¡Qué felices van a ser mañana! Lo importante por ahora es disimular la entrada de mi cueva, antes que se les ocurra taparla... Por eso salí gateando, atraquéel catre a la esquina y dejé invisible el hoyo. Cuando bajé no había nadie en la casa. Todos otra vez en la calle y con la mano en el pecho. -¿Dónde estabas, Papelucho? Todavía caen trozos de yeso y algo parecía galopar en el techo... Creo que todavía tiembla... -decía la mamá. -No tiembla -le aseguré- siempre queda penando un temblor por algún rato y eso es señal de que terminó -le dije.
Cuandoestuvieron tranquilos, el papá subió, vio mi catre en el rincón y preguntó:
-¿Desde cuándo tienes ahí tu catre?
-¡Puh! Desde hace rato... -dije y él se quedó mirando al cielo.
-Menos mal que esta casa es arrendada -dijo-. Buenos pesos va a costar acomodarla...
Apenitas se fue él de mi cuarto, salió la Ji de debajo de mi catre.
-Toma -me dijo- se quedó en la cueva tu lapicera... -y me laentregó bien áspera.
MARCELA PAZ – PAPELUCHO Y EL MARCIANO 13 -¿Cuándo entraste tú ahí? -Yo entro todos los días -dijo ella- a traerles comida a mis ratones, en vez de dormir siesta. ¡Ellos me conocen y no se esconden de mí! A la Ji le brillaban los ojos y ni sabía que me sacaba pica. -Voy a ayudarte a juntarles comida, tanta comida que no tengan que salir nunca más a buscarla. Así estarán seguros yno habrá peligro que traigan un gato a esta casa... -le dije. -Ellos le tienen compasión al gato vecino -dijo- siempre le tiran al tejado lo que a ellos les sobra...
-¿Y no le tienen miedo?
-¿Por qué van a tenerle miedo si el gato vive de lo que ellos le dan?
-¡Bajen niños! -gritó la voz de la mamá.
Det, que se había dormido desde el temblor, despertó con un brinco.
Los tres bajamos...
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