Relato corto

Páginas: 12 (2987 palabras) Publicado: 10 de septiembre de 2012
UN TIPO CORRIENTE




El trayecto a casa estaba grabado en su memoria a base de haberlo recorrido varias veces al día durante los últimos diez años, de lunes a domingo, sin faltar un solo día desde que había cumplido los dieciséis, cuando pudo comprarse, con las escasas ganancias que le había proporcionado el sudor de su frente, la desvencijada camioneta que aún seguía con él años más tarde.La verdad es que había aprendido a conducir con el coche de su padre él solo, sin que nadie le enseñara los secretos de los pedales y de las marchas, a base de observar como lo hacía su progenitor. Nunca había tenido paciencia para dejarse instruir; de hecho, había abandonado la escuela con tan solo doce años, momento en el que empezó a trabajar para conseguir, algún tiempo más tarde, lo que másdeseaba: un coche propio y lo que le permitió asimismo poder aportar su granito de arena en la economía familiar, pues su padre no toleraba vagos bajo su techo.
Todavía recordaba la primera vez que condujo hasta el pueblo, cuando contaba con tan solo ocho años, iniciativa que le había reportado a su regreso a la granja una de las famosas palizas de su padre, hombre siempre malhumorado y colérico,gran bebedor y aficionado a pegar a su pobre mujer, a la que ni un solo día había dejado de demostrar quién era el que llevaba los pantalones en la casa. Desde el mismo momento en que contrajeron matrimonio, cuando ambos eran prácticamente unos críos, ella supo que su vida con el hombre que había sido tan cariñoso y amable durante su noviazgo sería un infierno. Y no se había equivocado. Ya lamisma noche de bodas aquel mozalbete que con tanto esmero la había cortejado durante dos años antes de pedir su mano le dio su primera reprimenda, que, además de pillarla completamente de sorpresa, le provocó una fractura de costillas así como un derrame interno debido al que estuvo ingresada en el hospital durante varios días. A ella solía pegarle con los puños, pero para sus hijos reservaba elgrueso cinturón de cuero que el muy cabrito, que en paz descanse, llevaba siempre puesto y que se quitaba varias veces al día para dar a sus vástagos su merecido castigo cada vez que consideraba oportuno hacerlo y eso sucedía muy a menudo, normalmente varias veces al día y por cualquier motivo que a él le pareciera pertinente.

No había una curva, un árbol, una señal de tráfico o un poste telefónicoque no visualizara en su mente aún conduciendo por aquella carretera con los ojos cerrados; la conocía tan bien que, de hecho, en determinadas ocasiones en las que regresaba con algunas copas de más - muchas más de las permitidas por la ley y de las recomendadas por el sentido común - del bar del pueblo donde solía ir a tomar unos tragos, prácticamente recorría aquel trayecto sumido en laembriaguez más absoluta, únicamente guiado por el automatismo que otorga la experiencia, sin ver siquiera la calzada, por la que se deslizaba como si condujera sobre raíles perfectamente delimitados.

Aquella noche, la lluvia caía como una manta sobre la carretera comarcal que conducía hasta su casa, a cinco kilómetros de allí, en la antigua granja que en su día perteneció a su bisabuelo, allá en lostiempos en que se circulaba por caminos en carros tirados por caballos y no había necesidad de acudir al pueblo más que un par de veces al mes, para comprar artículos que no podían cultivarse o criarse en la propia granja, cuando la vida era, según decían los mayores, más sencilla y cada uno sabía mantenerse en su lugar asumiendo sin rechistar su papel en el mundo. Años más tarde, la finca habíasido propiedad de su padre, quien la explotó hasta su muerte, hacía ya cuatro años y él la había heredado, habiéndose convertido en su único propietario ya que sus hermanos no habían mostrado interés alguno en compartir la propiedad.
En realidad, la casa en sí misma no valía gran cosa y las tierras - unas tres hectáreas de tierras de labor y algunos árboles dispersos - llevaban años sin ser...
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