lalalala
-Entonces, ¿con qué crees que don Valeriano se ha hecho construir su quinta? -murmuraba TobÃas-. Según las malas lenguas, con un tesoro escondido. Es la pura verdad, viejo. Además, he visto los aretes que le ha regalado a su mujer, esa quetiene la cara picada de viruela.
A medida que se acercaban a la huaca, se volvÃan más suspicaces. HabÃa casas en los alrededores desde donde podÃan verlos y una pista por la que pasaban taxis rezagados. Cuando la vÃa estuvo desierta, la cruzaron de un salto y alcanzaron el cerco de la huaca.
-¡Llegamos! -suspiró TobÃas-. Tenemos por delante unas cuatro horas de trabajo, antes deque comience a hacerse de dÃa.
-Habrá que echar un vistazo.
A tientas, tropezando con adobes sueltos, dieron una vuelta a la pirámide de tierra. PodÃan empezar indistintamente por uno u otro lado, pero TobÃas se obstinó en escrutar las sombras, como si buscara un rastro, una inspiración.
-Aquà -dijo al fin, señalando un talud que parecÃa el resto de un antiguo muro.Sin mayor preámbulo, sacaron sus herramientas y se pusieron a trabajar. Sus picos golpearon el muro alternadamente, haciendo un ruido sordo y desprendiendo una polvareda seca que los asfixiaba. Los minutos pasaban y los adobes se acumulaban a sus pies, como testigos de la magnitud de su obra.
-DeberÃamos haber traÃdo una linterna -dijo TobÃas-. En toda la tierra que hemos sacadotal vez haya algo escondido.
Filiberto comenzaba a aburrirse. Sus pestañas estaban cubiertas de polvo y la sed lo torturaba. Como la estrechez del hoyo cavado sólo permitÃa que entrara un hombre, se dio cuenta de que no era práctico trabajar en esas condiciones.
-TendrÃamos que cavar uno después del otro -propuso-. Un cuarto de hora cada uno. Comienza tú. Mientras tanto, yovigilo.
TobÃas accedió y Filiberto, luego de haber sacado una botella de pisco, se sentó sobre un muro, a treinta metros de allÃ. La noche estaba tan oscura que no distinguÃa a su compañero. Sólo escuchaba la caÃda regular del pico y, a lo lejos, los ladridos de los perros en los jardines.
Después del segundo trago, empezó a sentirse inquieto. Un búho habÃa ululado tresveces por la parte de las acequias. Las historias de profanadores de tumbas que fueron encontrados muertos y que le hacÃan reÃr durante el dÃa, ahora le parecÃan verosÃmiles. Aguzó el oÃdo, tratando de captar el sonido del pico de TobÃas, pero no escuchó nada.
-¿Adónde te has ido, compadre? -dijo, mientras avanzaba con los brazos extendidos.
Nadie le respondió. Se detuvo y sequedó inmóvil para auscultar el silencio. Un búho volvió a ulular. A su izquierda, percibió los golpes del pico. Se guió por ese ruido y se acercó. Cuando dio algunos pasos, el ruido cesó. Sólo se veÃa una silueta negra, encorvada e inmóvil.
-¿Por qué no respondes, compadre? -dijo y avanzó-. Te estoy buscando como loco.
Como única respuesta oyó una suerte de estertory le pareció que la silueta se difuminaba. Filiberto sintió que la botella se le resbalaba de las manos. ¿Qué le ha pasado a TobÃas?, se preguntó. Buscó apresuradamente una caja de fósforos y encendió uno.
Frente a él, vio a un desconocido con el rostro descompuesto, acuclillado, con un pico en la mano. Filiberto sintió un nudo en la garganta y dejó escapar un grito de...
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