Lectura

El siguiente febrero
Sus brazos y piernas se agitaron, dejó escapar un gran grito y Elizabeth se despertó no en un avión a punto de hundirse en el mar sino en el tren a Leeds de las siete y treinta y seis, en un vagón medio lleno de rostros que la observaban con expresiones que decían «menos mal que no soy yo». Sin embargo, ni siquiera sus gélidas miradas, la posibilidad de que hubiera estadoroncando o los dos cafés extra fuertes que circulaban por su sistema digestivo pudieron impedir que sus ojos volvieran a cerrarse. Estaba exhausta. Fue la última en bajar del tren y, de hecho, si el tipo gordo y sudoroso que se sentaba junto a ella no le hubiera dado con el duro borde de su maletín mientras extraía su enorme anatomía del asiento, probablemente habría dormido durante todo el trayectode vuelta a Barnsley. Sería mejor que se animara para lo que le esperaba. No iba a ser precisamente el alma de la fiesta del cumpleaños de Helen si acababa dormida sobre el plato de minestrone. Como era habitual, la estación de tren estaba llena de gente vestida con traje que se dirigía en línea recta a sus destinos agarrando con fuerza el maletín del portátil en una mano y la bolsa con eldesayuno en la otra. Como era habitual, unos cuantos com15

Capítulo 1

pradores madrugadores se dirigían a las principales tiendas de la ciudad y se las apañaban para interponerse en el camino de los apresurados ejecutivos, quienes no se tomaban demasiado bien el encontrarse obstáculos en forma de bultos humanos en su camino hacia el trabajo. Y, como era habitual, había un gran contingente debarrigudos trabajadores de la construcción que miraban fijamente los pechos de las mujeres desde los andamios, mientras sus compañeros más productivos trabajaban en la nueva ampliación de la estación. El tren solía dejar a Elizabeth justo delante de los tornos, pero aquel día los dejó a todos tan lejos, en uno de los nuevos andenes, que casi hubo de coger otro tren para llegar a la salida. Aquellamañana le pareció un trayecto especialmente largo. Al menos el paseo de diez minutos en la fría atmósfera del mes de febrero sirvió para que sus ondas cerebrales iniciaran cierta actividad y, cuando llegó a las magníficas oficinas de ladrillos tiznados con el giganTesco logo azul de Handi-Save sobre la entrada, volvía a sentirse mucho más como una humana y menos como un lirón. Era un edificio viejo ypesado en medio de un mar de estructuras más modernas y dinámicas, cuyo exterior era un fiel reflejo de la mayor parte de la gente que poblaba su interior: insípida, cansada y poco estimulante. Abrió la gigantesca y rígida puerta giratoria que había deformado los bíceps de toda persona que llevara un tiempo trabajando allí. Era fácil identificar a los que llevaban más tiempo trabajando enHandi-Save porque todos tenían un brazo más grande que el otro, como un cangrejo macho violinista. Sí, definitivamente el paseo le había sentado bien. —Demonios, tienes mal aspecto —dijo Derek, el guardia de seguridad. Al ser ambidiestro, tenía los dos brazos muy desarrollados—. Menuda noche, ¿no? —Me metí en la cama a las nueve —Elizabeth hizo su mejor gesto con el dedo para contenerle cuando se disponíaa abrir la boca—, y antes de que digas nada, sí, estaba sola. No sé lo que me pasa, creo que me ha picado la mosca tsé-tsé. —¿Tsé-tsé? ¿Ahora los tienes a pares? —dijo Derek con una sonrisa—. Quizás estés incubando algo. No te extrañe, en un sitio como este basta con que alguien diga «resfriado» para que todo el mundo lo coja por el aire acondicionado. 16

—Me encuentro bien, solo estoycansada —dijo mientras rebuscaba en el bolso uno de sus caramelos mentolados. Le ofreció el paquete. —¿Quieres uno? —¿Estás de coña? —dijo, apartándose de ellos como si fuera un vampiro al que le acabaran de ofrecer un diente de ajo—. Si quiero caramelos mentolados, me tomo un Polo. Si quiero un cigarrillo, me fumo un Embassy. Gracias por preguntar. —¡Cómo gustes! Ahora mismo debería hacer algo con...