Lengua

EL LIBRO (1605)
Están en el patio de tierra apisonada. A un lado, en torno de una mesa que resguarda el alerillo, cuatro hombres- el molinero flamenco, el escribano, un dominico y un soldado- prueban la suerte al lansquenete, el juego de las tropas llevaron de un extremo al otro de los dominios imperiales. Cerca de la parra, la hija del pulpero se ha ubicado en una silla de respaldo, entre lostinajones.
El soldado baraja los naipes cuyo as de oros se envanece con el escudo de Castilla y de León y el águila bicéfala.
Lope apunta en su cuaderno lo que dictan los jugadores.
La muchacha, con mil artificios de coquetería, se acerca a él y le murmura al oído
- ¿Vendrás esta noche?
El adolescente no tiene tiempo de responder, pues ya está diciendo el pulpero:
¿Aquí terminamos.Una…dos… tres…cinco varas de raso blanco para casullas.

Lope levanta un libro que se escondía en lo hondo de una caja, lo lanza por los aires, hacia los jugadores. El escribano lo caza al vuelo y lo hojea.
El banquero se impacienta diciendo
¿Qué se hace aquí? ¿Se lee o se juega?

Los jugadores han quedado en silencio, pues la evocación repentina les ha devuelto a su juventud y a las novelas que leshacían soñar en la España remota, en la quietud de los caseríos distantes, de los aposentos provincianos donde, a la luz de la lumbre, los guerreros fantásticos se aparecían, con una dama en la grupa del caballo, pronunciando maravillosos discursos en el estruendo de las armas de oro.
Sólo el molinero de Flandes, que nunca había leído, insiste con su protesta…
¡Si no se juega, me voy!
Después deun rato el juego termina y la casa por fin duerme. La muchacha, cansada de aguardar a su amante, cruza el patio de puntitas, hacia su habitación. Espía por la puerta y o ve leyendo el maldito libro. Entonces entra y le recrimina por que no ha ido con ella. Lope quiere replicarle, pero no se atreve a levantar su voz por miedo a que lo oiga el padre de la muchacha. Ella le quita el libro y huye conél apretado contra el seno, rabiosa, hacia su cuarto.
Allí, frente al espejo, comienza a peinarse, el libro permanece abandonado entre las vasijas, sus ojos verdes se llenan de lágrimas y se posan sobre el libro despertando su cólera. Quisiera saber que dicen, que encierran esas misteriosas letras que su seducción pudo más que los encantos de ella.
Entonces, rasga las hojas al azar, lasretuerce, las enrosca en tirabuzón y las anuda en sus rizos dorados. Se acuesta, entre sus bucles absurdos se asoman aquí y allá los arrancados fragmentos de Don Quijote de la Mancha. Y llora.

LAS ROPAS DEL MAESTRO (1608)
El maestro Felipe Arias de Mansilla parece casi de la edad de el mayor de sus alumnos, Juan de casi 14 años. Por más que frunce el ceño para darse empaque, sus diecinueve años seacusan en sus mejillas sin sombra de barba y en la delgadez y torpeza de sus miembros adolescentes. Sus ojos van de la ventana, detrás de la cual, en el descampado, crepita el sol, a la habitación vecina, que comunica sin puerta alguna con el aula. En la fresca oscuridad se desdibuja al fantasma del lecho pequeñito y sobre él, extiéndense sus ropas flamantes, las que le entregaron esta mañana ytodavía no estrenó.
Felipe Arias de Mansilla se a contemplar su ajuar intacto. Lo ha pagado hoy mismo. Fueron once sonoros pesos los que emigraron de su bolsillo al de Sebastián de la Vega. No le resta ni una monedica ni la más flaca esperanza de crédito. Pero no le importa, ya son suyas las ropas que quería y ahora Beatriz no le volverá a ver con esta traza de pobre diablo. Eso quedará para losalumnos.
Felipe se toca con las puntas de los dedos los codos, raídos; se mira la calza remendada y la otra, sin remendar, por la cual asoma su rótula filosa, muy blanca, de muchacho. Esto ya se acabó, felizmente. Beatriz, que en invierno gasta doce enaguas bajo el guardainfante y siete en verano, no se avergonzará más de él. Hoy podrá presentarle a su madre, tan huesuda, tan orgullosa, tan...