Los brujos de ilamatepeke
Como erade esperarse en un pueblo remoto de la Honduras del siglo XIX, aquella bárbara sentencia se ejecutó al pie de la letra, sin cambiarle ninguna tilde. Un ilamatepequense honesto y sensato que, bebiéndose el aire, fue hasta la cabecera departamental para poner en conocimiento de las autoridades superiores la ejecución de tamaño desaguisado, no pudo llegar ni volver a tiempo para impedir el crimen.Cuando la comisión nombrada al efecto se hizo presente en llama con el propósito de exigir la entrega de los prisioneros, éstos se encontraban ya bajo tierra en una colina de las proximidades, aledaña a la majestuosa corriente del río Ulúa. A causa de eso, y en vista de que se trataba de un crimen colectivo, todo el pueblo devino enjuiciado como homicida. Fue hasta enero de 1847, cuando, gracias alas diligencias del representante de Santa Bárbara en el Congreso, Saturnino Bográn, dicho expediente fue suspendido bajo la tesis de que fueron la "ignorancia" y la "superstición" las principales promotores del asesinato. Por supuesto, el Decreto respectivo contiene una seria advertencia para los aldeanos: "si bien el Soberano Cuerpo ha podido inclinar su paternal benevolencia para apartarlos delcondigno castigo a la ejecución de un hecho que la ley condena, es precisamente con la condición de sucesiva enmienda y de la formal protesta de vivir subordinados y sometidos a su rígida y puntual observancia".
Sin embargo, el asesinato de aquellos campesinos de Ilama no fue exactamente el producto de la "ignorancia" y la "superstición", como piadosamente estableció la Cámara de Diputadospara decretar el indulto en favor de todo el municipio. Ignorantes y supersticiosos eran, sin duda alguna, amplios sectores de aquel pueblo, pero no puede afirmarse otro tanto del alcalde, Gervasio Lázaro; el escribano, Juan A. López; el cura y los jefes de las principales familias de la comarca. Estas personas conocían las ideas democráticas y revolucionarias de los encausados, dada la participaciónde los mismos en el ejército de Morazán, y, como entonces se vivía lo que Ramón Rosa llamó "el triunfo de las fuerzas inquisitoriales", aquellos hombres estaban condenados a morir para expiar el crimen de haber seguido a su jefe en el intento de transformar las caducas instituciones sostenidas por la aristocracia centroamericana y los sectores más recalcitrantes de la iglesia. La ignorancia y lasuperstición fueron solamente el instrumento de aquel asesinato, pero detrás de ellas estaba la acción consciente de los enemigos de la causa morazanista. Por eso, el último considerando de la brutal sentencia, dice: "que, según los informes dados por los mismos Cano, han acompañado en sus correrías de Gualcho, La Trinidad, San Pedro Perulapán, Guatemala y Costa Rica al bandido de Chico Morazán,...
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