Notas sobre la película la sombra del caminante, de ciro guerra

Notas sobre la película La sombra del Caminante de Ciro Guerra, por Alejandra Vanegas Álvarez

La sombra del Caminante es la ciudad que camina[1], la ciudad viviendo y siendo caminada por los peatones de todos los días: los que van al trabajo, los que vagan sin rumbo, los “trabajadores informales”[2], los desocupados, los que no quieren servirse de sus propios pies y, finalmente... elCaminante.

Mañe, el protagonista, nos es entregado como un hombre que, sin ser viejo, encarna en cierto sentido el drama del anciano en muchas sociedades modernas, drama consistente en el desprecio que provoca en la sociedad a consecuencia de su capacidad disminuida para realizar eficientemente algún trabajo económicamente productivo. Mañe no es un anciano, pero ha perdido una de sus piernas[3] y, portanto, un “porcentaje” de su capacidad física: ¿quién emplearía a alguien así? A partir de un criterio racional, nadie.

Este es un primer elemento que, a mi parecer, deja clara la situación de desamparo de un sujeto que, careciendo de los medios para enfrentarse a la ciudad, se ve obligado a encararla, situación que se agrava si a esto sumamos el hecho de que Mañe no es un urbanita, sino unmigrante forzado por el conflicto armado. Éste arroja a la ciudad a víctimas y desertores, quienes, provenientes casi siempre de entornos rurales, llegan a un espacio para cuya dinámica vital –caracterizada por la velocidad y la profusión con que se suceden los estímulos– no están preparados. Estos migrantes forzados son lanzados entonces al “rebusque”, lo cual expresa un desfase insuperable entre loque ellos esperan de la ciudad y lo que ésta ofrece, pues ni ellos están preparados para la vida en la ciudad ni ella está preparada para suplir sus demandas.

La reacción de las demás personas ante la figura de Mañe da cuenta también de la actitud de indiferencia/indolencia que, según Simmel, es la forma de socialización que adoptamos en la ciudad para proteger nuestro ser interior de losmúltiples estímulos que nos rodean, y que muchas veces son estímulos a la consternación y la desesperanza. En el caso particular del protagonista: el hacer caso omiso de la tragedia vital de un ser que se aposta en las calles a vender figuras de papel refleja la actitud racional que asumen los transeúntes para protegerse del terror y la tristeza que seguramente les produciría el adentrarse en lahistoria personal del vendedor de figuritas. De este modo, toda posibilidad de conmiscerarse con la desgracia del otro queda eliminada.[4]

Pero el Caminante también resulta peculiar, pues, aunque su problema no es no tener trabajo[5], debe hacer frente a la dificultad de la informalidad de su oficio[6]. En la ciudad, a diferencia del campo y aun del pueblo, no basta con saber hacer algo y disponer delos medios para hacerlo: es indispensable contar con el aval de la sociedad, aval que mana del derecho y que viene en la forma de un “permiso” escrito concedido por la autoridad.

Esta burocratización de la profesión, el control, la estandarización y la regulación del trabajo son otro elemento racional típicamente moderno, que manifiesta el afán del hombre moderno por controlar su entorno parareducir la creciente incertidumbre a la que está sujeto. Y esta incertidumbre, paradójicamente, es a su vez producto de las condiciones vitales que han aparecido con la concentración capitalista de la fuerza de trabajo en las grandes urbes, concentración que supone la misma racionalidad que empuja a controlar el desorden por ella producido.[7]

No obstante, y pese a todo, es más factible unaprofesión improbable, innombrable (el Caminante), que ninguna profesión (Mañe). Este hecho parece constatar el tercer a priori de la sociedad de Simmel, según el cual la sociedad moderna presiona en los individuos la adscripción a un oficio.

Así, ambos personajes viven, individualmente, situaciones similares, determinados por las restricciones que ofrece la ciudad moderna al ejercicio libre de...