¿Para qué los profesores?
Me sucede, en el umbral de un anfiteatro muy concurrido, marcar un momento de pausa. Tras la puerta, laligera agitación de la masa de estudiantes, el ligero zumbido de las conversaciones, todos los ruidos de acomodo de los alumnos. Voy a entrar; va a hacerse el silencio y las miradas convergerán sobre mi.Naturalmente, no es nada., no es un acontecimiento. Un profesor va a iniciar su clase. Esto sucede cien veces cada día en el mismo edificio. Esta reflexión, sin embargo, no llega a disipar unainquietud, que puede rozar con la angustia. "¿Qué vengo a hacer aquí? ¿Y ellos, todos y cada uno, que vienen a hacer a su vez? ¿Qué es lo que espero de ellos? ¿Qué esperan ellos de mi?”
Desde el momentoen que se formulan tales preguntas está claro que quedarán sin respuesta. Naturalmente está el cuadro de servicios, el horario de la facultad y de los cuadros de exámenes, que quitan a estos encuentrosreguladores toda significación particular, en el marco de la rutina general. Y sin embargo, la inquietud permanece, y con ella la sospecha de un más alto valor.
… La educación pasa por laenseñanza; pero se realiza si es preciso pese a ella y sin ella. La realidad de los horarios, de los programas y de los manuales, cuidadosamente reglamentados por los tecnócratas ministeriales, es sólo unforma de engañifa. Es cierto que los rituales de empleo del tiempo consiguen de ordinario engañar a los ejecutantes tanto como a la masa de los que los padecen. Y además, es necesaria una distribución...
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