Psicoanàlisis

Páginas: 19 (4739 palabras) Publicado: 23 de septiembre de 2010
El Antiedipo
GILLES DELEUZE y FELIX GUATTARI

Gilles Deleuze, Conversaciones, Pre-textos, Valencia, 1995, pp. 25-41

Entrevista SOBRE EL ANTI-EDIPO1

– Uno de ustedes es psicoanalista, el otro filósofo; su libro es un cuestiona miento del psicoanálisis y de la filosofía que, además, presenta algo nuevo: el esquizo-análisis. ¿Cuál sería entonces el lugar comodín de este libro? ¿Cómo ¿Cuálsería entonces concibieron la empresa, qué transformaciones han sido necesarias para uno y otro?

GILLES DELEUZE.– Habría que hablar en potencial, como las niñas pequeñas (“nos habríamos encontrado, habría sucedido tal cosa...”). Conocí a Félix hace dos años y medio. Él tenía la impresión de que yo iba por delante de él, esperaba algo de mí. El caso era que yo no tenía ni las responsabilidadesde un psicoanalista ni las culpabilidades o los condicionamientos de un psicoanalizado no tenía ninguna posición que mantener, lo que me daba ligereza, y me enfrentaba a la miseria del psicoanálisis con cierto desenfado. Yo trabajaba únicamente en el campo de los conceptos, y aún de forma tímida. Félix me habló de lo que él llamaba, ya entonces, las máquinas deseantes: toda una concepción teórica ypráctica del inconsciente-máquina, del inconsciente esquizofrénico. Entonces tuve la impresión de que era él quien llevaba la delantera. Sólo que, con todo y su inconsciente-máquina, él hablaba aún en términos de estructura, significante, falo, etc. No podía ser de otro modo, considerando la deuda que él (como yo mismo) tenía con Lacan. Pero me pareció que, si encontrábamos los conceptosadecuados para ello, todo funcionaría mejor que con unos conceptos que ni siquiera son los del Lacan creador, sino más bien los de una cierta ortodoxia que se ha constituido a su alrededor. Lacan dice: “nadie me ayuda”. Nosotros le hemos ayudado esquizofrénicamente. Precisamente porque tenemos una gran deuda con Lacan, hemos renunciado a nociones como la estructura, lo simbólico o el significante, malasnociones que el propio Lacan siempre ha sabido distorsionar para mostrar su reverso.

De modo que Félix y yo decidimos trabajar juntos. Al principio por carta. Después, por temporadas, mediante unas sesiones en las que cada uno escuchaba al otro. Nos divertirnos mucho. También nos aburrimos mucho. Alguno de los dos hablaba siempre demasiado. Ocurría a menudo que uno proponía una noción que nosignificaba nada para el otro, y que el otro sólo conseguía utilizarla meses después y en otro contexto. Y, además, leímos mucho; no libros enteros, más bien fragmentos. A veces nos encontrábamos con cosas realmente estúpidas, que nos confirmaban lo pernicioso del Edipo y la enorme miseria del psicoanálisis, y a veces dábamos con cosas admirables, que nos parecían dignas de ser explotadas. Despuésescribimos muchísimo, Félix trata la escritura como un flujo esquizofrénico que arrastra todo tipo de cosas. Esto es algo que me interesa especialmente: que la página tenga fugas por todos lados sin dejar de estar, por otra parte, cerrada sobre sí como un huevo. Además, en un libro hay siempre muchas retenciones, resonancias, precipitaciones y larvas. Llegamos a escribir realmente entre los dos, notuvimos ningún problema en ese sentido. Hicimos sucesivas versiones.

FÉLIX GUATTARI,- Por mi parte, yo tenía muchas “posiciones”, al menos cuatro. Yo procedía de la Voie Communiste, y después estuve en la oposición de izquierda; antes de Mayo del 68 escribíamos poco (por ejemplo, las “nueve tesis de la Oposición de izquierda”) y agitábamos mucho. Además, yo había participado en la clínica de LaBorde en Cour-Cheverny desde que Jean Oury la fundara en 1953 como una prolongación de las experiencias de Tosquelles: intentábamos definir teórica y prácticamente las bases de la psicoterapia institucional (yo, por mi parte, experimentaba con nociones como las de “transversalidad” o “fantasía de grupo”), Y, finalmente, también me formé con Lacan desde el comienzo de los seminarios. Así que...
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